Hola a todo aquel que se tome su tiempo para pasar por este humilde rincón. En este blog, se publicarán mis fics, esos que tanto me han costado de escribir, y que tanto amo. Alguno de estos escritos, contiene escenas para mayores de 18 años, y para que no haya malentendidos ni reclamos, serán señaladas. En este blog, también colaboran otras maravillosas escritoras, que tiene mucho talento: Lap, Arancha, Yas, Mari, Flawer Cullen, Silvia y AnaLau. La mayoría de los nombres de los fics que encontraras en este blog, son propiedad de S.Meyer. Si quieres formar parte de este blog, publicando y compartiendo tu arte, envía lo que quieras a maria_213s@hotmail.com

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jueves, 12 de agosto de 2010

Un amante de ensueño * Capítulo 13/2

Esta novela no me pertenece, es de Sherrilyn Kenyon. Yo solo la publico para que disfruteis tanto como yo. Los capítulos, estan divididos en varias partes, para que sea mas fácil su lectura. Esta novela es de Rated M, contenido para adultos, y lemmon.


Grace acababa de preparar una sopa de sobre y unos sándwiches cuando Julián entró a la cocina.

— ¿Te sientes mejor?
— Sí —le contestó mientras se sentaba a la mesa.
Grace removió su sopa con la cuchara y lo observó comer. Su cabello reflejaba la luz del sol del atardecer y lo hacía parecer aún más claro. Se sentaba con una postura muy erguida, y el más leve de sus movimientos despertaba una oleada de deseo en ella. Podría pasarse todo el día contemplándolo de ese modo y no se cansaría.
No. Lo que en realidad deseaba era levantarse de la silla, acercarse a él, sentarse en su regazo y pasarle las manos por esas maravillosas ondas doradas mientras lo besaba ardorosamente.
¡Déjalo ya! Si no se controlaba, ¡sucumbiría a la tentación!
— ¿Sabes? —le dijo, insegura—. He estado pensando… ¿Y si te quedaras aquí? ¿Tan malo sería vivir en mi época?
La mirada que le dedicó hizo que se sofocara.
— Ya hemos hablado de esto. Éste es no es mi mundo; no lo comprendo, no entiendo vuestras costumbres. Me siento extraño, y odio esa sensación.
Grace se aclaró la garganta. De acuerdo, no volvería a mencionar el tema.
Suspirando, cogió el sándwich y comenzó a comérselo, aunque lo único que le apetecía era discutir.
Una vez acabada la cena, Julián la ayudó a limpiar la cocina.
— ¿Quieres que te lea? —le preguntó.
— Claro —le contestó.
Pero Grace sabía que algo iba mal. Le estaba ocultando algo; se mostraba casi frío.
No lo había visto así desde que lo conoció.
Grace subió, cogió su libro nuevo de Peter Pan y volvió a bajar. Julián ya estaba tumbado en el suelo, apilando los cojines.
Ella se acomodó en el suelo, perpendicular a él y recostó la cabeza sobre su estómago. Pasó la primera página y empezó a leer.
Julián escuchó la voz suave y melodiosa de Grace, y no dejó de mirarla un solo instante. Observaba cómo sus ojos bailaban sobre las páginas mientras leía.
Se había prometido no tocarla pero, en contra de su voluntad, alargó un brazo y comenzó a acariciarle el pelo. El contacto de su cabello sobre la piel lo inflamó e hizo que su entrepierna se endureciera aún más, anhelando dolorosamente poseerla.
Mientras las oscuras y sedosas hebras acariciaban sus dedos, dejó que la voz de Grace lo alejara de allí y lo llevara a un lugar acogedor. Se sentía en ese hogar esquivo que había perseguido durante toda la eternidad.
Un lugar en donde sólo existían ellos dos. Sin dioses ni maldiciones.
Maravilloso.
Grace arqueó una ceja cuando notó que la mano de Julián se apartaba de su cabello y le desabrochaba el botón superior de la camisa. Contuvo la respiración y aguardó expectante, pero aún así no estaba muy segura de sus intenciones.
— ¿Qué estás…?
— Sigue leyendo —le dijo mientras acababa de desabrochar el botón.
Con el cuerpo cada vez más acalorado, Grace leyó el siguiente párrafo. Julián le desabrochó el siguiente botón.
— Julián…
— Lee.
Ella leyó otro párrafo mientras su mano descendía hasta el siguiente botón. Sus acciones le hacían perder el control y respiraba entrecortadamente con el corazón latiendo a un ritmo cada vez más frenético.
Alzó la mirada y se encontró con los ojos hambrientos de Julián.
— ¿Qué es esto? ¿Una sesión de lectura con striptease incluido? ¿Yo leo un párrafo y tú desabrochas un botón?
Como respuesta, Julián deslizó una cálida mano por encima del sujetador hasta cubrir con ternura uno de sus pechos. Grace gimió de placer cuando él empezó a acariciarla por encima del satén y la piel de sus brazos se erizó ante el calor que emanaba de él.
— Lee —le ordenó de nuevo.
— Sí, claro. Como si pudiese leer mientras tú…
En ese momento, Julián le desabrochó el cierre delantero del sujetador y cubrió su pecho desnudo con una mano.
— ¡Julián!
— Léeme, Grace. Por favor.
¡Como si fuese posible!
Pero la súplica que teñía su voz le llegó al corazón. Obligándose, se concentró en el libro y Julián siguió pasando las manos sobre su piel.
Sus caricias eran relajantes y dulces. Sublimes. No se parecían en nada a las que usaba para inflamarla y seducirla, eran algo muy diferente. Más allá de los límites de la carne. Involucraban directamente al corazón.
Después de un tiempo, se acostumbró a los círculos que Julián trazaba alrededor de sus pechos, de sus pezones y de su ombligo. Se perdió en el instante, en la extraña intimidad que estaban compartiendo.
Acabó el libro cerca de las diez. Julián pasó los nudillos sobre un endurecido pezón mientras ella dejaba el libro a un lado.
— Tus pechos son preciosos.
— Me alegra que digas eso. —Escuchó que el estómago de Julián rugía bajo su oreja—. Me da la sensación de que tienes hambre.
— El hambre que tengo no puede ser saciada con comida.
El rostro de Grace adquirió un tono escarlata
Él deslizó las manos desde su ombligo hasta la garganta, una vez allí trazó la línea de la mandíbula y ascendió hasta el cabello. Con los pulgares, dibujó el contorno de sus labios.
— Qué extraño —dijo—. Sólo cuando me besas llego al borde del abismo.
— ¿Cómo?
Bajó las manos de nuevo hasta su vientre.
— Adoro la sensación de tu piel contra la mía. La suavidad de tu cuerpo bajo mi mano —le confesó en voz baja—. Pero sólo cuando tus labios rozan los míos siento que pierdo el control. ¿A qué crees que se deberá?
— No lo sé.
En ese momento sonó el teléfono.
Julián lanzó una maldición.
— Odio esos chismes.
— Yo estoy empezando a odiarlos también.
Julián retiró la mano para que Grace pudiera levantarse.
Ella la cogió y la volvió a poner sobre su pecho.
— Déjalo que suene.
Él sonrió ante su actitud e inclinó la cabeza, acercándola a la suya. Sus labios estaban tan cerca que Grace podía sentir su aliento en el rostro. De repente, Julián retrocedió bruscamente.
Ella vio la agonía, el deseo en sus ojos un instante antes de que los cerrara y apretara los dientes como si luchara para contenerse.
— Ve a contestar el teléfono —susurró, liberándola. Grace se puso en pie; le temblaban tanto las piernas que apenas si la sostenían. Cruzó la habitación y cogió el inalámbrico mientras se tapaba los pechos con la camisa.
— Hola, Selena.
Julián la escuchó hablar con el corazón pesado como el plomo, luchando contra el fuego que lo arrasaba.
Lo último que quería era dejar este refugio. Jamás había disfrutado tanto en su vida como desde que conoció a Grace. Y ahora estaba ansioso por pasar con ella cada segundo del tiempo que disponían para estar juntos.
— Espera y le pregunto. —Grace volvió a su lado—. Selena y Bill quieren saber si nos apetecería salir con ellos el sábado.
— Tú decides —le contestó Julián, esperando que declinara la invitación.
Ella sonrió y se colocó de nuevo el teléfono en la oreja.
— Eso suena genial, Selena. Será muy divertido… Vale. Nos vemos entonces. —Dejó el teléfono en su sitio—. Voy a darme una ducha rápida antes de ir a la cama. ¿Vale?
Julián asintió. La observó subir las escaleras. Deseaba más que nunca volver a ser mortal.
Daría cualquier cosa por poder seguirla en ese momento, tumbarse junto a ella en la cama y enterrarse profundamente en su cuerpo.
Cerrando los ojos podría jurar que era capaz de sentir la humedad de Grace rodeándolo.
Se mesó el cabello. ¿Cuántos días más podría soportar esta tortura?
Pero quería luchar contra ella. Se negaba a rendirse, a entregar su cordura un segundo antes del plazo que las Parcas habían decretado.
Grace sintió la presencia de Julián. Se giró y lo vio de pie junto a la bañera, completamente desnudo.
Grace dejó que su mirada se recreara con avidez en cada centímetro de aquel cuerpo bronceado, pero fue su sonrisa, cálida y fascinante, la que le robó el corazón y la dejó sin aliento.
Sin decir una sola palabra, él se metió en la ducha.
— ¿Sabes? —comentó con una naturalidad que la dejó pasmada—. Esta mañana encontré algo interesante.
Ella observó cómo el agua resbalaba sobre él, mojándole el pelo hasta convertirlo en una masa de rizos húmedos que caían sobre su rostro.
— ¿Sí? —contestó ella, resistiéndose al impulso de alzar el brazo y coger uno de sus rizos. O mejor aún, mordisquearlo.
— Mmm —murmuró Julián, deslizando la mano por el cordón de la ducha hasta sacarla de su soporte en la pared. Giró hasta encontrar la posición de un ligero masaje—. Date la vuelta.
Grace dudó antes de obedecerle.
Julián deslizó su mirada por su espalda desnuda y húmeda. Jamás había visto una mujer más tentadora en todos los días de su vida.
Era todo lo que había soñado, pero que no podía ni siquiera anhelar. No se atrevía. Era un sueño lejano.
Bajó los ojos hasta sus voluptuosas curvas. Tenía las piernas ligeramente abiertas. Una imagen de él separándoselas y sumergiéndose en ella se abrió paso en su mente.
Esforzándose por mantener la respiración, acercó el cabezal de la ducha hasta los hombros de Grace.
— Eso es estupendo —murmuró ella.
Julián no podía hablar. Mantenía la mandíbula fuertemente apretada para controlar las voraces exigencias de su cuerpo. Su necesidad de tocarla era tan honda que hacía que el hambre y la sed que padecía mientras permanecía en el libro fuesen una broma.
Grace se dio la vuelta para mirarlo; su rostro resplandecía. Alargó el brazo para coger la manopla que se encontraba en la repisa, detrás de Julián. Él no se movió mientras lo lavaba, pasando las manos por su pecho y su abdomen, avivando la hoguera del deseo que sentía por ella.
Contuvo la respiración, anticipando el momento en que su mano bajara más y más.
Grace se mordió el labio al tocar los duros abdominales. Miró hacia arriba y vio que Julián la observaba. Tenía los ojos medio cerrados y parecía estar saboreando cada caricia que sus manos dejaban sobre su cuerpo.
Deseando complacerlo, pasó la manopla sobre los rizos oscuros de su entrepierna. Julián jadeó cuando lo tomó entre sus manos con suavidad. Ella sonrió al sentir el repentino estremecimiento que agitó su cuerpo.
La expresión de sumo placer que se veía en su rostro hizo que Grace se sintiera encandilada. Con el corazón acelerado, deslizó la mano hacia arriba, para poder acariciar su miembro hinchado.
Escuchó cómo la ducha golpeaba la bañera un segundo antes de que él la envolviera entre sus brazos y enterrara los labios en su cuello.
Grace tembló ante la sensación de sus cuerpos húmedos, desnudos y entrelazados. El amor que sentía por él fluyó por sus venas, rogando que sucediese un milagro que les permitiera pasar la vida juntos.
En ese instante, deseó poder sentirlo en su interior. Sentir cómo el tomaba posesión de su cuerpo de la misma forma que se había apoderado de su corazón.
Mientras la torturaba con los labios deliciosamente, enterró un muslo entre sus piernas y la sensación del vello sobre su carne hizo que el sentido común de Grace acabara por derretirse.
Enfebrecida, Grace se restregó contra su muslo y se deleitó al moverse contra los duros músculos que se contraían bajo sus piernas mientras seguía lamiendo su cuello. Cuánto amaba a este hombre. Cómo deseaba escucharle decir que significaba para él tanto como él para ella.
Julián pasó las manos a lo largo de la espalda de Grace y luego las movió hacia el frente.
Su mirada la abrasaba mientras la ayudaba a sentarse en la bañera.
— ¿Qué estás h…? —su pregunta acabó con un jadeo al sentir la lengua de Julián en la oreja.
Grace percibió la tensión en los músculos de su brazo de él cuando cogió el cabezal de la ducha y volvió a atormentar su cuerpo con su pulsante calor. Lo movió lentamente, trazando círculos sensuales sobre sus pechos y su vientre. Enardecida por la estimulación del agua y el cuerpo de Julián, Grace luchaba por respirar.
Julián temblaba por la necesidad. Quería complacer a Grace como jamás había querido hacerlo con nadie. Deseaba verla retorcerse bajo él. Escucharla gritar cuando llegara al clímax.
Julián le separó los muslos con el codo y dejó que el agua de la ducha cayera directamente entre sus piernas.
Grace emitió un entrecortado gemido al ser asaltada por una indescriptible oleada de placer.
— ¿Julián? —jadeó, mientras su cuerpo se estremecía. Los dedos de Julián la penetraron y comenzaron a moverse en su interior a la vez que los chorros de agua intensificaban sus caricias.
Jamás, jamás había experimentado algo parecido. Julián giraba la muñeca haciendo que el agua cayera sobre ella en pequeños movimientos circulares, hasta que ya no pudo más.
Cuando alcanzó el orgasmo un segundo después, gritó aliviada.
Julián sonrió y mantuvo su cuerpo completamente inmóvil para no poseerla. Aún no había acabado con ella. Jamás podría acabar con ella.
Con las manos, la lengua y el cabezal de la ducha hizo que Grace disfrutara de cinco orgasmos más.
— Por favor —le rogó ella tras el último—. Ten compasión. No puedo más.
Decidiendo que ya habían tenido los dos suficiente tortura, Julián se giró y cortó el agua.
Grace era incapaz de moverse. Cualquier sensación, por pequeña que fuera, la hacía estremecerse. Observó cómo Julián se ponía de pie entre sus piernas y la miraba con una leve sonrisa.
— Acabas de matarme —balbució—. Ahora tienes que enterrar el cadáver.
Él se rió ante la ocurrencia. Salió de la bañera, alargó los brazos y la alzó.
Grace se quedó embelesada al sentir su piel desnuda mientras la llevaba hasta la cama y la secaba con la toalla.
Muy lentamente y con mucho cuidado, utilizó el albornoz de un modo que Grace juraría que a nadie se le había ocurrido antes. Lo pasó sensualmente por sus hombros, sus brazos y sus pechos, y después descendió hasta el estómago trazando sensuales espirales.
— Abre tus piernas para mí, Grace.
Sin fuerza de voluntad alguna, ella obedeció.
Grace gimió al sentir la felpa sobre la trémula carne de su sexo. Súbitamente el albornoz fue reemplazado por los dedos de Julián.
— Julián, por favor. No creo que pueda soportarlo de nuevo.
Él no le hizo caso. Ni siquiera su propio cuerpo tuvo en cuenta su opinión. Y para su sorpresa, un nuevo orgasmo la asaltó.
Julián se inclinó y le susurró al oído:
— Podríamos seguir así toda la noche.
Ella lo miró a los ojos y entonces se dio cuenta del alcance de la maldición: su miembro estaba aún completamente erecto y tenía la frente cubierta de sudor.
¿Cómo podía soportar verla correrse una y otra vez sabiendo que él no podría hacerlo?
Pensando tan sólo en el amor que sentía por él, se incorporó hasta quedar sentada y lo besó.
Julián se echó atrás con un movimiento violento. Cayó al suelo agitándose como si le golpeasen.
Aterrorizada por lo que había hecho, Grace bajó de la cama.
— Lo siento —dijo al llegar junto a él—. Lo olvidé.
Julián se giró en ese instante para mirarla. Tenía los ojos de aquel espantoso color oscuro.
Temblaba como si estuviese luchando por alejarse de la locura. Fue el miedo en el rostro de Grace lo que finalmente lo ayudó a calmarse.
Se alejó de ella como si fuera venenosa.
Grace lo observó mientras utilizaba los peldaños de su cama como apoyo para ponerse en pie.
— Cada vez es peor —dijo con voz ahogada.
Grace no podía hablar. No podía soportar verlo sufrir de aquella manera. Y se odiaba a sí misma por haberlo llevado hasta el borde del abismo.
Sin mirarla siquiera, Julián recogió su ropa y salió de la habitación.
Pasaron varios segundos antes de que Grace pudiese moverse. Cuando finalmente consiguió ponerse de pie, abrió la cómoda para sacar algo de ropa y sus ojos se quedaron clavados sobre la caja que contenía los grilletes.
¿Cuántos días más tendrían antes de que lo perdiera para siempre?

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