Hola a todo aquel que se tome su tiempo para pasar por este humilde rincón. En este blog, se publicarán mis fics, esos que tanto me han costado de escribir, y que tanto amo. Alguno de estos escritos, contiene escenas para mayores de 18 años, y para que no haya malentendidos ni reclamos, serán señaladas. En este blog, también colaboran otras maravillosas escritoras, que tiene mucho talento: Lap, Arancha, Yas, Mari, Flawer Cullen, Silvia y AnaLau. La mayoría de los nombres de los fics que encontraras en este blog, son propiedad de S.Meyer. Si quieres formar parte de este blog, publicando y compartiendo tu arte, envía lo que quieras a maria_213s@hotmail.com

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lunes, 14 de diciembre de 2015

Puddle Jumping * Capítulo 2

Summary: Soy Isabella Marie Swan y esta es la historia de cómo terminé enamorada de un chico que me hizo creer que el amor es todo menos convencional.
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La autora dice: Esto es una adaptación del libro con el mismo nombre de Amber L.Jonshon. Los nombres son de la maravillosa Meyer.
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CAPÍTULO 2

Cuando era más pequeña, siempre pensé que todos eran lo mismo. Por lo que en verdad no me desconcertó tanto que Edward desapareciera. Fue alguien con quien pasé el rato por unas semanas y luego... ya no lo fue. Se convirtió en otro niño que una vez conocí.

Pasaron algunos años y no pensé más en él. Rosalie y yo pasamos de jugar como marimachas a prestarles atención a los chicos. Ella coqueteaba y yo me reía de lo obvia que era. Pero siendo honesta, en el fondo, deseaba tener su confianza, lo que de veras me faltaba.

No fue hasta que mis padres me obligaron a ir a un campamento que me di cuenta de que también era capaz de conseguir la atención de los chicos.

Resulta que no me gustó mucho.

Peleé con mis padres con uñas y dientes, dado que tan solo quería quedarme en casa y leer libros, ver la televisión o pasar el rato con Rosalie o cualquier otra cosa que no sea pasar tiempo con mi familia. Estuve enojada todo el camino, con mis audífonos puestos y una mueca en mi rostro, molesta ante el 
hecho que no era un adulto capaz de tomar mis propias decisiones.

Mientras ellos iban y daban paseos por la naturaleza, yo fui a la playa con un libro y mis auriculares, empeñada en conseguir algún tipo de bronceado, dado que era prácticamente pálida. Pero en vez de eso, conocí a un chico llamado James. 

Él se encontraba jugando en el agua, pasando un buen rato con quien resultó ser su hermana menor. Ella no le hacía mucha gracia y se quejaba por estar en el agua, pero no pude evitar notar cuán tierno era que jugaran juntos.

Al parecer llamé la atención de James, porque no dejaba de mirarme. Al principio, pensé que era mi cicatriz, ya que me hice más consciente de ello a medida que crecía. Pero no miraba mi cicatriz. Me miraba a mí como un acosador.

Ya sabes a lo que me refiero. Ese tipo de mirada incómoda que hace que voltees para asegurarte de que no hay alguna increíble supermodelo sentada detrás de ti que atraiga la atención de un hombre. Seguí moviéndome en mi toalla de playa, convencida de que este chico lindo con el cabello castaño desgreñado no me miraba. Pero era bastante obvio que me miraba a mí. 

Con el paso de los minutos, hizo mucho calor y me metí en el agua, sólo para ser mojada por una ráfaga de agua proveniente de la molesta hermana menor de dicho chico lindo cuya mirada intentaba evitar. 

—Victoria, discúlpate con ella. —Señaló en mi dirección y me congelé porque en verdad me prestaba atención, y me tomó por sorpresa.

Agité mi mano y sacudí la cabeza. 

—No hace falta. 

Caminó por el agua y sonrió, pasándose las manos por el pelo, y ahí fue cuando me di cuenta de que tenía unos ojos verdes muy claros. Nunca había visto algo parecido en mi corta vida adolescente. Eran increíblemente claros, y con su bronceado, destacaban aún más. Puede que haya sido la primera vez que sentí que mi corazón se agitó, pero también sentí una rara especie de reacción en el estómago que parecían náuseas.

Se presentó, y pasamos dos horas ignorando a Victoria y hablando en el agua. 

Luego, justo antes de que fuera hora de volver a mi tienda, caminamos a mi toalla de playa y me di cuenta de que dulce James... tenía una tremenda erección.

En su traje de baño.

Me apuntaba directo a mí, y juro por el Dios Todopoderoso que me asustó por completo. No podía dejar de mirarla con los ojos y la boca muy abierta, tratando de no señalar.

En vez de eso, empaqué mis cosas con prisa y corrí de vuelta a la seguridad de mi tienda, y me pregunté si todos los chicos eran así. Si me hallaba condenada a una vida de erecciones incontrolables y chicos lindos con ojos verdes claros, cuyas varas me apuntaban con salvaje desenfreno.

Con el tiempo, James me encontró en el campamento e intentó pasar el rato conmigo un par de veces, pero siempre inventaba una excusa para no estar en cerca de él. Fue tanto, que pasé tiempo con mi papá.

El último día que estuvimos allí, me entregó una nota dándome su número de teléfono y me pidió que lo llamara. Pidiéndome ser su novia.

Pero no era lo correcto. 

Así fueron las cosas los próximos dos años. Conocí a un montón de chicos que pensé eran bastante agradables, pero nunca provocaron nada más que interés platónico de mi parte. Me centré en ser amiga con los chicos, ayudando a Rosalie a obtener la completa atención de los dispuestos participantes en sus juegos de besos. No me importaba. Los chicos eran divertidos, pero eran mucho más divertidos para pasar el rato. Y, aun así, siempre sentía como si hubiera algún tipo de vacío inexplicable en mi interior.

Algo faltaba.

¿Conoces esa sensación de que olvidaste algo? ¿Como cuando empacas para un viaje y no es hasta que estás en el avión, que te das cuenta de que dejaste una de tus posesiones más importantes es tu casa, como tu teléfono? Sí, la conoces. Cargué esa sensación conmigo durante años. Años.

Entonces, durante el verano que cumplí los quince años, encontré lo que buscaba.

Una tarde, mi mamá nos llevó a Rosalie y a mí a una pequeña y extraña feria artesanal que tuvo lugar en el pueblo vecino. Me mentalicé en comprar unos churros. Ella, por su parte, fue a asechar chicos guapos. Paseamos por algunas de las exposiciones y, pese que a mí me interesaba más la gente que era lo bastante creativa para hacer las cosas, a ella no. 

Tenía su largo cabello rubio recogido en una cola de caballo y, a propósito, se puso esta falda de mezclilla que prácticamente mostraba su ropa interior y que mi mamá no aprobó cuando entramos al auto camino hacia acá. Succionaba unapaleta como si le hubieran pagado para hacer porno, y se encontraba tan aburrida como nunca la había visto. Puso en blanco sus ojos azules cuando se topó con una tienda de campaña llena de joyería americana nativa.

—Vámonos. Llama a tu mamá para que nos recoja. Esto apeeeeeeesta.

Me reí y negué con la cabeza, dejando la flor de papel que había estado estudiando. 

—Acabamos de llegar.

—Y ya estoy aburrida.

—Está bien. —Me volteé para dirigirnos hacia la salida cuando vi a una multitud de personas rodeando una de las exposiciones. Era brillantemente colorida, y había obras de arte colgando por todas partes dentro y alrededor de la tienda de campaña. De repente, no tenía tanta prisa para irme. Porque justo en medio de la multitud, se hallaba Edward Cullen.

Había crecido considerablemente. Su cabello parecía mucho más oscuro que la última vez que lo vi, pero reconocí sus ojos, incluso desde varios metros de distancia.

Dejaban en vergüenza los de James. 

Fui succionada en un extraño torbellino donde no podía apartar mis ojos de él, pero me aterraba demasiado acercarme porque, ¿y si no me reconocía?

Intentando actuar como si nada pasara, me mezclé entre la multitud y fingí estar interesada en las obras de arte que colgaban dentro y alrededor de su tienda. 

No me malinterpreten, eran lo bastante impresionante como para llamar mi atención, pero estar a tres metros de él hizo que mis hormonas quinceañeras se revolucionaran por completo. Mientras lo miraba por la esquina de mi ojo, pude darme cuenta que era mucho más atractivo que el niño que salvó mi vida hace tantos años atrás. Era más alto y más delgado, casi demasiado delgado. Esto provocó que mi corazón doliera al estar tan cerca y no hablar con él.

Rosalie al final encontró un chico con quien hablar, y me sentí agradecida por su repentina partida, pues así podría explorar la exhibición de Edward. Era hermosa y no pude evitar sonreír al pasar por algunas de sus pinturas.

Y luego... como un loco radar en mi cerebro, me paré frente a una pieza espectacular, impresionada por lo hermosa que era. Las líneas gruesas de pintura cubrían hasta el último centímetro de tela, mezclándose para crear nuevos colores y matices que nunca había visto antes. Me quedé observando, mi boca probablemente abierta, con una mirada vergonzosa de estupefacción. 

Fue entonces cuando lo oí hablar justo en mi oído.

—¿Bella?

Tengo que admitirlo: el sonido de su voz provocó que mis entrañas se desplomaran drásticamente como un inestable avión de papel. Me di la vuelta, lo miré a los ojos y le sonreí. Quizá demasiado grande. 

—Hola, Edward.

Dios. ¿Tienen alguna idea de lo que pasaba en mi interior? Era como si las luces de navidad cayeran en un charco de agua. Me sentí electrocutada por su mirada. Esos ojos, todavía tan confiados, todavía tan observadores, contemplaban mi rostro en silencio.

—Son impresionantes —intenté felicitarlo. Pero no pareció verse afectado por mi alabanza—. ¿Estás vendiéndolos?

Sí, pregunta estúpida. Era joven e intimidada por un chico lindo.

—Sí.

—Genial.

Ah, sí. Siempre fui una conversadora de corazón.

En ese momento, la Sra. Cullen lo llamó y le señaló a un comprador potencial, y me quedé de pie sola como una idiota, intentando no apoyarme en nada para no botar toda la carpa conmigo en el proceso. Justo en el momento que decidí irme, de repente apareció a mi lado otra vez, con su rostro fruncido. 

—¿Te gustaría ir a dar un paseo?

Como si fuera a decir que no. Mi cerebro se hallaba completamente frito.

Nos escabullimos por detrás de la tienda y entre los otros vendedores hasta que habíamos llegado a la linde del bosque. A unos quince metros de distancia, se encontraban las vías del tren que pasaban por la zona. Nunca las presté mucha atención antes, pero después de ese día, el sonido del silbato de un tren siempre me recordaría ese día.

—¿Cómo has estado? —le pregunté, mirando los árboles a mi alrededor en vez de a él, porque de repente me sentía muy insegura.

Se encontraba en silencio y me detuve, volteando para ver dónde se hallaba porque no estaba a mi lado. Se encontraba arrodillado frente a una pequeña porción de flores. Me acerqué y me arrodillé junto a él, contemplando la maleza.

En silencio, Edward se centró en ellas antes de que por fin, por fin se volteara para observar mis labios. 

—¿Sabías que tu nombre significa... hermosa‖? —Mi boca debió haberse abierto al instante porque mi lengua se secó y no podía redactar una oración. Volvió a mirar la planta y susurró—: Hermoso encanto. Lo busqué.

Su mirada se desvió con tanta rapidez que enrojeció mis mejillas y mis manos comenzaron a sudar. 

Sin querer, me dijo que era hermosa.

Y como que le creí.

Pese a la cicatriz en mi brazo que me atormentó durante años y me hizo sentir como un bicho raro.

Pese al hecho de que no era tan bonita como mi mejor amiga.

Me gusta recordar ese momento en la feria. Cómo me sentí ese día.

Edward estaba muy tranquilo y no hablaba mucho, aunque me miró fijamente y me observó durante lo que pareció una eternidad.

Al final, no pude aguantar más el incómodo silencio. 

—Así que, eres un gran artista famoso, ¿eh?

Sólo recuerdo vívidamente cuán malditas sudorosas se encontraban mis manos en ese momento.

Edward dejó de caminar y miró hacia los árboles, con las manos metidas en sus bolsillos mientras observaba por encima de nuestras cabezas. Quería tocarlo o tan solo estar lo bastante cerca como para sentir su brazo rozar el mío, pero me sentía tan nerviosa sobre todo, que no pude formar una frase coherente ni para salvar mi vida. Por un momento, pareció que iba a extender su mano y tocar mi 
brazo, pero tan pronto como levantó la mano, la llevó de nuevo a su costado. 

Esencialmente, eso fue todo el tiempo que pasamos juntos antes de que un tren corto pasara retumbando y Edward cubriera sus oídos como lo hizo hace tantos años en la lluvia. Cerró sus ojos apretándolos con fuerza, y cuando el tren se fue, pude oír a su madre llamándolo. Desesperadamente. Bajó sus manos y se dirigió hacia ella como si fuera lo que tuviera que hacer. Me quedé allí, sintiéndome mal dado que huyera de mí en la primera oportunidad que había tenido. 

Porque se trataba de mí, después de todo.

Después de poder salir de los árboles, volví a su tienda con mis manos tirando en el dobladillo de mi camisa y mi cerebro gritándome que, si fuera alguien bonita, como mi mejor amiga, entonces tal vez no me habría abandonado allá. 

Rosalie se encontraba donde la dejé y obviamente se besaba con el chico que hablaba antes de que siquiera me fuera a dar el paseo. Era delgado y alto, y tenía sus pantalones a medio culo mientras que su mano se hallaba a medio camino en la falda de Rosalie. Lo besaba de esa manera descuidada que me hace querer vomitar un poco. 

Me aclaré la garganta, y sacó la mitad inferior de su rostro de la barbilla del chico lo suficiente para sonreír y estallar una burbuja de chicle rosado. 

—¿Estás lista para irnos? —le pregunté, intentando mirarla sólo a ella y no a la tienda.

Dado que habría sido obvio para cualquiera dentro de un radio de cinco metros que miraba a cada maldito lugar menos la enorme carpa de cuadros bonitos ubicada directamente a mi izquierda.

Habría sido divertido la forma en que miraba hacia allí, y luego por encima y alrededor hasta que estuve segura de que mis ojos se habían secado y pudieran aterrizar justo en el otro lado. Excepto que intentaba no llorar.

Rosalie me presentó a su nueva pareja succionador de rostros, Royce. Y aunque no me agradaba en aquel entonces, ahora le agradezco. Porque tenía información que yo no sabía.

Royce me miró y debió haber notado que no miraba a propósito la tienda de Edward. Su mirada se dirigió a la tienda y luego a mí al menos media docena de veces, antes de que se humedeciera los labios y asintiera hacia la exhibición de arte.

—¿Puedes creer a este chico?

Empecé a mirar por encima de mi hombro, pero me detuve antes de que cometiera ese error fatal.

—¿Qué chico? —preguntó Rosalie

Royce señaló, y deseé darle un puñetazo en sus genitales porque ahora sería muy obvio si no viera lo que señalaba. Así que todos nos volteamos y observamos la tienda, y me mordí la lengua para no decir algo estúpido.

—El chico Cullen hace estas locas pinturas que se están vendiendo por un alto precio.

Los ojos de Rosalie se abrieron más de lo que nunca antes les había visto mientras se volvía hacia mí. 

—¿El chico que salvó tu vida? Edward, ¿verdad? 

El tipo asintió. 

—Sí. Es una especie de genio del arte.

—¿Qué significa eso? —le pregunté, no porque era una idiota, sino debido a que actuaba raro al respecto. 

Royce me dio una estúpida mirada que me hizo querer empujarlo en la cima de la máquina de arte giratorio y ver su cabeza girar, girar y girar...

¿Qué? Viste películas de noche en HBO con el sonido bajo así tus padres no se enteraban. No mientas.

—Significa que es un genio para pintar o algo así. —Royce poniendo los ojos en blanco acababa de agregarse a mi película de terror mental.

—Los genios son inteligentes, ¿verdad? —Rosalie fingía ser la rubia tonta por este idiota. Ah, por favor no...

—Sí. Inteligente. También es... especial‖. —Hizo comillas en el aire. 

—Especial... como... —No seguía la conversación, ¿sabes?—. ¿Tu madre nunca te dijo que eras especial? La mía sí. 

—Especial como que él no es normal —respondió Rosalie por él.

—Tú no eres normal. ¿Quién es normal? 

¿A quién le importaba si Edward lo era? A mi parecer, era perfecto. 

—Es autista.

Pero escuché, artista‖ y lo miré como diciendo: 

―No me digas‖. Por supuesto que es artista. Vende arte.

Royce resopló con fastidio y se apresuró hacia la tienda. Todo mi cuerpo se ruborizó cuando lo vi agarrar un volante de una de los mesones antes de volver a pasar por la multitud para entregármelo. 

Fue la primera vez que oí hablar de Asperger.
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Hola mis amores! Como les está tratando este lunes? Espero que más que bien ^^
Bueno, como pueden ver ya se pueden dar cuenta porque esta historia de amor será especial y única. De verdad, no se la pueden perder, les encantará!

Dicho esto, recuerden en dejar sus opiniones y darle a +1 ^^

Los amo!

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