Hola a todo aquel que se tome su tiempo para pasar por este humilde rincón. En este blog, se publicarán mis fics, esos que tanto me han costado de escribir, y que tanto amo. Alguno de estos escritos, contiene escenas para mayores de 18 años, y para que no haya malentendidos ni reclamos, serán señaladas. En este blog, también colaboran otras maravillosas escritoras, que tiene mucho talento: Lap, Arancha, Yas, Mari, Flawer Cullen, Silvia y AnaLau. La mayoría de los nombres de los fics que encontraras en este blog, son propiedad de S.Meyer. Si quieres formar parte de este blog, publicando y compartiendo tu arte, envía lo que quieras a maria_213s@hotmail.com

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lunes, 21 de diciembre de 2015

Puddle Jumping * Capítulo 9

Summary: Soy Isabella Marie Swan y esta es la historia de cómo terminé enamorada de un chico que me hizo creer que el amor es todo menos convencional.
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La autora dice: Esto es una adaptación del libro con el mismo nombre de Amber L.Jonshon. Los nombres son de la maravillosa Meyer.
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CAPÍTULO 9


Esa sonrisita tímida apareció en una de sus mejillas y me encontró a mitad de camino, inclinando su rostro para plantar un beso en mis labios. Una vez. Dos veces. Y la tercera vez, me armé de valor, tiré de su nuca y abrí la boca para... ya sabes... deslizarle un poco de lengua.

Me encontraba absorta en el momento y no pensaba con claridad, por lo que no se me ocurrió que pudiera pensar que fuera grosero o lo que sea, pero se alejó un poco y frunció el ceño, haciéndome sentir rara y tímida.

—Lo siento. ¿Fue repugnante? —pregunté, con ganas de fundirme en el suelo y morir.

Con lentitud, negó con la cabeza y luego me miró por un segundo. 

—Me gustaría probarlo después de que te laves los dientes.

Dios mío. Tan vergonzoso.

Ahora bien, si fuera cualquier otro chico, lo más probable es que lo golpearía. En algún lugar. Cara. Brazo. Testículos. Pero se trataba de Edward y era brutalmente honesto respecto a todo y no tenía filtro que lo detuviera, así que mi única reacción fue reírme y retroceder un paso, asegurándole que me lavaría los dientes la próxima vez.

Luego me pilló con la guardia baja una vez más. 

—Mi madre guarda cepillos de dientes extras en el baño de visitas para mis abuelos cuando vienen de 

No pude llegar al final del pasillo lo bastante rápido. Sus padres seguían abajo y nunca tuvieron una razón para subir a la habitación, así que no me preocupaba si la señora Cullen me atrapaba lavándome los dientes. Con lo que no contaba era que Edward viniera a observarme desde la puerta.

—¿Estás comprobando si me cepillo correctamente? —bromeé y luego me di cuenta de que en verdad lo hacía, cuando me observó atentamente enjuagarme. Me sentí como si tal vez necesitara uno de esos espejitos blancos con mango que el dentista usa para poder contar mis empastes.

Sonreí y señalé mis dientes. 

—Todo limpio. ¿Vas a besarme ahora? —Se quedó mirando mi boca y me sentí tonta por preguntar, pero este diminuto espacio se volvía claustrofóbico. Dio un paso dentro del baño, haciéndome retroceder para apoyarme contra el lavado. Lo había invitado a entrar, así que no estoy segura de 
por qué me sorprendió tanto que lo hiciera. Supongo que era solo la forma en la que se acercaba a mí.

Estaba acostumbrada a que tuviera sus manos a los costados o agarrando las pretinas del cinturón de sus vaqueros. Pero esta vez ahuecó mis mejillas con sus palmas, firmes y ásperas mientras se agachaba para besarme otra vez. No tuve ningún reparo en enredar mis manos en su cabello para aferrarme a éste, ya que era consciente que le gustaba ser tocado un poco más fuerte que a la mayoría.

Mi lengua salió de nuevo y la suya se escabulló un poco para tocarla y, de alguna manera en algún lugar del universo, un interruptor se encendió porque realmente se entusiasmó en cuestión de segundos. Mi cuerpo entero reaccionó y me apoyé en él para aferrarme como si mi vida dependiera de ello conforme me atacaba con su boca, una y otra vez en una implacable y dulce tortura.

Entonces sucedió.

Sus manos ya no se hallaban en mi rostro. Se encontraban en mi seno y me acariciaba tan toscamente que tuve que alejarme, y estoy bastante segura de que solté un quejido de dolor, ya que de inmediato se apartó, con su espalda apoyada contra la pared, luciendo como si hubiera hecho algo malo.

—¿Te lastimé?

Negué con la cabeza, y luego asentí una vez. 

—Fue un poco fuerte —mi boca casi se sentía lastimada, y débilmente saboreé la sangre—, pero está todo bien. —Quise asegurárselo para que no temiera intentarlo de nuevo—. Ven aquí. —Le hice un gesto y dio un paso adelante, así pude cerrar la puerta detrás de él.

—¿Estás excitada? Yo lo estoy.

En realidad, me reí de eso porque a veces él era tan contundente que no tenía más remedio que hacerlo.

—Sí —lo acerqué y agarré su mano derecha con mi izquierda, apretándola para hacerlo sentir más seguro—, mucho. 

Era una chica excitada y él era mi novio y, sí, estábamos en el baño de su casa... pero daba igual.

Me puse de puntillas y lo besé con firmeza una vez más, con su mano aún en la mía. Sus ojos se cerraron y me devolvió el beso, tenso. 

—Relájate, Edward —susurré entre besos. Le tomó un momento antes que lo hiciera, y una vez que se hubo aflojado y llevado el ritmo de besar de nuevo, separé mis labios invitándolo al siguiente paso.

Nos centramos allí durante un buen minuto hasta que pude sentir cómo se excitaba de nuevo y, vacilante, presioné su palma abierta en mi pecho.

Lo conocía. Lo deseaba.

Se sentía muy, pero muy bien.

Era mucho para mí, de modo que debió haber sido del mismo modo para él. 

Respiré profundamente y me alejé, dándole un último beso antes de que volviera a llevar su mano a mi cintura.

—¿Te encuentras bien? —le pregunté y abrió los ojos, con los párpados caídos y aliento cálido acentuados por sus mejillas sonrojadas.

—Sí.

Una sonrisa. Un asentimiento. Otro pequeño beso.

—Debería irme. —Planeaba quedarme para observarlo pintar, pero la tensión era demasiado espesa y no creía durar una hora más en su cuarto, viéndolo trabajar.

Se quedó de pie en el umbral de su cuarto por un segundo y se despidió antes de cerrar la puerta en mi cara. Me aseguré de lucir presentable antes de escapar de su casa como si mi culo estuviera en llamas.

* * *

Nunca se me ocurrió que la gente pensara de cierta manera sobre Edward. 

Por ejemplo, si no lo conocían y él hacía algo que consideraran extraño o grosero, podías ser capaz de ver la amargura en sus rostros y casi podía oírlos pensar que era un idiota por no iniciar la conversación o mirarlos cuando hablaban. O si fácilmente se distraía con algo que atrapó su interés, los demás parecían creer que los ignoraba.

Sin embargo, tan pronto se daban cuenta que su cerebro funcionaba de forma diferente, sin más lo aceptaban y después era algo como: -Oh, Edward es un joven maravilloso. Simplemente es un poco diferente. No hace contacto visual y abraza demasiado fuerte.

A Edward no le importan esas cosas. Le interesa el arte y hacer amigos. 

Trabaja en un espacio dentro de su mente que le permite hacer lo que quiere, sin sentir que está equivocado al respecto. No hay reglas en lo que su pasión respecta. 

Y le envidio.

Deseaba, más que nada, tomar sus pinturas y permanecer en su cuarto de arte vistiendo sólo mi ropa interior y lanzar cubos de colores en un lienzo sólo para ver qué tipo de caos saldría de éste y mezclarlos para crear nuevos matices de colores que, posiblemente, ni siquiera se han inventado todavía.

Pero no lo hice.

Porque no soy así. 

Cenaba semanalmente en su casa y pasaba tiempo con su familia. Siempre lo recogía de sus clases interpersonales. En verdad nunca me importó que no me llamara cada noche ni que no saliéramos a citas reales. Lo que a Edward le faltaba, yo trataba de compensarlo. Lo más probable es que nunca le interesarían las cosas que me a mí me gustaban, pero si yo podía estar en su propio terreno, entonces 
tendríamos una oportunidad. Me encontraba segura de ello.

Establecí límites en cuanto a aprender sobre arquitectura, por el simple hecho que es aburrido. Aunque no puedes decir que no lo intenté.

Podíamos pasar el rato unos minutos después de la escuela con gente en grupitos con las que él se sentía cómodo. Pero parecía estar realmente más a gusto cuando sólo estábamos nosotros dos, y no puedo decir que me molestara tener tiempo a solas con él.

En lo que había fracasado en notar durante todo lo previo era que, pese a que me esmeraba para ver las cosas a través de sus ojos... para comprenderlo cada día más y más con el fin de hacer que nuestra relación funcione... aprender acerca de las cosas, no era suficiente.

Hay una gran diferencia en leer sobre el tema y experimentarlo.

* * *

La noche del baile de Bienvenida, Edward tenía una exhibición de arte en el centro. Me veía bastante bonita con el vestido nuevo qué compré con el dinero que me dio mamá. Me compré zapatos nuevos, arreglé mi cabello, e incluso llevaba un poquito más de maquillaje de lo habitual. Hice todo eso porque iba a ser vista con Edward en público, en uno de sus espectáculos y quería presentarme de la mejor 
manera que sabía.

Se veía increíble, como siempre, en un traje casual y no pude apartar mis ojos de él en todo el camino al centro. Tampoco pude ocultar el inmenso orgullo y la felicidad que sentí cuando subió al escenario, luciendo tímido y sonrojado, para agradecerle al público con un par de frases cortas, sus ojos enfocados en la señal de salida al otro extremo de la habitación.

La gente le aplaudió y aduló por todo su trabajo, y honestamente no había pensado en el hecho de que eligió mi retrato y lo exhibió, también. Las personas que pasaban por allí observaban el cuadro y luego su atención recaía en mí, y me miraban extrañados. Me preocupó mucho pensar que la gente estuviera juzgando nuestra relación, pensando que estaba con él por cualquier otra razón que no fuera 
estar enamorada de él. Como si yo, como diría mi madre, estuviera enganchando mi carro a su estrella.

Me hizo sentir incómoda y, después de un rato, me trasladé al fondo de la habitación y esperé en una mesa, observando a la multitud. 

Pero esa sensación de inseguridad no fue nada en comparación con el pozo que se formó en mi estómago cuando mi mirada vagó por la sala buscando a Edward y lo encontré en la esquina más lejana al lado del escenario... hablando en privado con una guapísima chica, que me recordó a una joven Nicole Kidman. Era alta y delgada con mechones iluminados y rizados, casi rojos.

Los celos me atravesaron más rápido de lo que creí que fuera posible. Me puse de pie, cruzando la habitación con mi mirada fija en él. Pero cuando llegué a su lado, no pareció darse cuenta que me encontraba allí. Tampoco la chica.

No fue hasta que la señora Cullen se apresuró hacia nosotros que detuvo su conversación y me presentó a Tanya Denali, una chica con la que Edward charlaba por Internet en el foro de Asperger, como le instruyó hacerlo el profesor de sus clases interpersonales.

Mi corazón se sintió una vez más frágil e inútil en mi pecho, ya que en ese momento entendí plenamente que todas mis buenas intenciones no valían nada si sólo intentaba aprender las cosas que a Edward le gustaban y no. La realidad exacta era que no era lo mismo que ser como Tanya

Ella lo entendía. Probablemente comprendía la forma de pensar de Edward.

Ella totalmente entendía cómo él se sentía.

Porque era igual que él.

Y por primera vez, también deseé serlo.
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Hola mis dulces lectores!
Uix uix uix ya llegan los celos... 
Que les está pareciendo esta adaptación? Me lo hacen saber en los comentarios?
Les deseo un feliz lunes! Muchos besitos!

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