Hola a todo aquel que se tome su tiempo para pasar por este humilde rincón. En este blog, se publicarán mis fics, esos que tanto me han costado de escribir, y que tanto amo. Alguno de estos escritos, contiene escenas para mayores de 18 años, y para que no haya malentendidos ni reclamos, serán señaladas. En este blog, también colaboran otras maravillosas escritoras, que tiene mucho talento: Lap, Arancha, Yas, Mari, Flawer Cullen, Silvia y AnaLau. La mayoría de los nombres de los fics que encontraras en este blog, son propiedad de S.Meyer. Si quieres formar parte de este blog, publicando y compartiendo tu arte, envía lo que quieras a maria_213s@hotmail.com

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martes, 19 de enero de 2016

Puddle Jumping * Capítulo 16

Summary: Soy Isabella Marie Swan y esta es la historia de cómo terminé enamorada de un chico que me hizo creer que el amor es todo menos convencional.
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La autora dice: Esto es una adaptación del libro con el mismo nombre de Amber L.Jonshon. Los nombres son de la maravillosa Meyer.
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CAPÍTULO 16


Entonces lo supe. Todo se había terminado. No habría manera de estar con Edward si, en realidad, no estábamos juntos. La realidad de lo mucho que nuestra relación dependía del contacto físico y constante cercanía me cayó encima como una tonelada de ladrillos conforme tropezaba entre el camino de entrada y la acera. 

Teníamos planes de ir a la escuela cerca el uno del otro, así no sería un problema. 

Habíamos hecho planes. 

Necesitaba tiempo para pensar. Para aclarar mi mente. Pude escuchar las voces de nuestras respectivas madres llamándome. Pude oír la voz de mi papá por encima de ellas. Sabía que el sonido de los pasos persiguiéndome, eran de Rosalie.

Pero no eran de la persona que quería que me siguiera por la calle.

Quería a Edward.

Y a partir de ese momento, ya no era mío. En tan sólo unas pocas semanas, él estaría en otro país. Avanzando, haciendo lo que quería hacer más que cualquier otra cosa en su vida.

Tal vez nuestra relación le había dado esa confianza. Iría becado y pintaría en Inglaterra. Viviría la increíble vida que sus padres siempre soñaron para él. Iba a estar bien con ese cambio en su rutina, porque involucraba su pasión. Su primer amor.

Y yo sería nadie.

Sólo una chica con la mitad de su corazón ausente.

En algún nivel, fue egoísta por mi parte haberme ido. Pero no pude ver mis acciones más allá de mis lágrimas. Caminé hasta que Rosalie se detuvo en su auto, y exigió que me metiera así podría llevarme a casa. Empaqué unas cosas, les dejé una nota a mis padres y me fui a quedar con ella el resto del fin de semana.

Rosalie enfureció. Odiaba a Esme. Debió haberme dicho en privado, así yo podía responder adecuadamente. Fue culpa de su madre. Pero yo era más sensata. 

Claro, ella podía verme como una chica en una relación, pero cuando se trataba de ese asunto, era una madre orgullosa. Y no tenía la certeza de si hubiera respondido de otra manera si me lo hubiera dicho en privado.

Aunque la punzada de mi realidad no tardó en salir.

Terminé enviándole un correo a Edward, felicitándolo por su oportunidad. 

No había manera de que me atreviera a hablar con él. Me era muy doloroso pensar que pudo haber tenido un indicio de que algo andaba mal, pero no realmente... y las conversaciones resultantes serían conmigo mintiendo todo el tiempo, para dejar que no se preocupe respecto su futuro sin mí. Fui lo bastante egoísta como para no responderle su correo, puesto que no podía soportar ver lo que diría. 

Mis padres intentaron hablar conmigo pero, por una vez, les pedí que me dejaran sola. Y supongo que no estaban acostumbrados a ello, así que hicieron lo que les pedí. Hubo un montón de llamadas que involucraron a mi madre gritando al otro extremo del teléfono. Tuve que asumir que era Esme a quien le hablaba con tanta dureza. Pero no pudo importarme menos. 

No había entrado en una relación con Edward para volverme dependiente. 

No había pensado que al integrarme tan profundo en su vida, habría hecho que mi existencia girara a su alrededor. 

Supongo que así es el primer amor. 

Todo el mundo se encontraba preocupado. Pero yo no. No me importaba. Si pudiera haberme desvanecido en las paredes, lo habría hecho.

Un par de semanas antes de mi cumpleaños, mi mamá me obligó a visitar a nuestra doctora de cabecera. No discutí, pese a que sabía que no estaba mal físicamente. Estaba a punto de cumplir diecinueve años, y en vez de celebrarlo con mi novio, tenía un abata lenguas en mi boca. Mi doctora es sensacional y terminó sentándose a mi lado, preguntándome qué es lo que pasaba. Y cuando describí lo que ocurrió, tan detalladamente cómo fue posible, se mostró simpática. 

No lo bastante simpática como para darme antidepresivos o algo...

Cuando llegué a casa y vi el coche de Esme Cullen estacionado, hizo que mis entrañas cayeran en picada, directo hacia el piso.

Es curioso cómo muchos escenarios pasaron por mi mente. Uno en el que entraba a casa, y le exigía que hiciera que Edward se quedara. Otro donde tan solo conducía, conducía y conducía hasta que me quedaba sin combustible y tenía que encontrar un trabajo de mesera en alguna parte, como un personaje de un libro de Nicholas Sparks. Uno en el que arremetía mi coche a través de la puerta principal y apuntaba directo a sus rodillas.

Supongo que le tenía alguna agresión reprimida, que no me había permitido reconocer hasta ese momento.

Pero parecía tan buen momento como cualquier otro para por fin sacarlo de mi pecho. Con más valor del que pensaba que poseía, abrí la puerta de mi casa y lo que vi en la sala de estar me impresionó hasta la médula.

Esme... cara a cara con mis padres... sosteniendo un regalo envuelto, que era casi tan alto como ella.

Solamente había una cosa que pudo haber sido. A juzgar por las lágrimas en su rostro y las expresiones de mis padres, sabía que Edward había pintado algo para regalármelo. 

Y supe que no lo estaba pasando muy bien. En lo más mínimo. 

—¿Qué está pasando? —pregunté, repentinamente no sólo herida por mí, sino por el chico que envió el regalo.

—Edward quería que trajera tu regalo de cumpleaños. Ya que se lo perderá. 

Mi mirada apenas encontró los suya mientras observaba el papel festivo. 

—¿Por qué no lo trajo él?

—Él no podía... —Su voz se quebró y sin más lo supe... Él lo entendía. 

Comprendía. El contacto limitado conmigo lo exasperaba de igual manera.

Quise gritarle. Quise decirle que toda la angustia pudo haberse evitado si tan sólo las cosas hubieran sido de manera diferente. Pero era tan culpable como ella, porque permití que mis propios sentimientos de autocompasión ignoraran lo que sabía que Edward necesitaba de mí. Él necesitaba que lo apoyara. Necesitaba que lo felicitara y... sólo... mierda, ¿sabes?

Asentí y di un paso hacia delante, observando cómo mis padres se movieron protectoramente cuando lo hice.

—¿Les importa si hablo con Bella a solas? —Esme rompía mi corazón al sonar tan sincera. Pero sabía que lo que necesitábamos hablar no deberían escuchar mis padres. Les hice saber que no había problema alguno, y me acomodé en el sofá opuesto, enfrentándola mientras tomaba asiento, casi desinflándose ante mis ojos.

—¿Acaso no te importo? —Salió tan rápido, que no pude detenerlo.

Sus ojos se agrandaron y sacudió la cabeza. —No. Dios, no. No puedo creer que pensarás eso...

—Entonces, ¿por qué Edward no me dijo que se iba? ¿O tú, si vamos al caso?

Esme contuvo la respiración por un momento antes de hablar. 

—En retrospectiva, eso es exactamente lo que debió haber sucedido. No sabíamos que la beca siquiera existía porque... no era hasta que comenzó allí. Ellos la elaboraron específicamente para él y, para no dar falsas esperanzas y que se la quitaran de no dar resultado, no lo mencionaron hasta que fue definitivo. Está claro que me hubiera gustado saberlo antes, pero no puedo retroceder el tiempo y 
hacer todas de nuevo. Le pregunté si iba a contártelo primero. Bella, estaba tan orgulloso. Quería que fuera un anuncio. Quería que estuvieras allí con todos los demás. Y sabes que una vez que fija su mente en algo, se necesita una barreta para hacerle cambiar de opinión. —Frunció su ceño—. Cuando volviste a nuestras vidas en la feria artesanal, me preocupó que le molestara. Pero después de unos pocos minutos contigo, él estaba más tranquilo. Parecía así, al menos.

—No me viste allí. —Me era difícil creer lo que decía.

Se echó a reír. 

—Soy mamá. Lo veo todo.

Eso era inquietante.

—Te dije que creí que se había olvidado de ti, a pesar de que sabía que sería prácticamente imposible para él. A partir de entonces, hablaba de ti. Te dibujó. Te pintó. Tengo el ático lleno de retratos tuyos... —abrió sus ojos con pánico—. No quería molestarte, así que nunca los bajé. Pero tú eras como el único punto de luz en el túnel que él podía ver con tanta claridad. Supongo que lo que intento decir es que siempre has estado en su vida. Soy lo bastante superficial para haber pensado que siempre estarías. Incluso después del mérito de separación de un año. —Hubo una sonrisita de derrota—. Han estado separados más tiempo que esto. Te vas a la universidad. Nunca se me ocurrió que la distancia sería un problema.

Entonces la vi. A la auténtica. Ella era simplemente un humano. Defectuosa. 

Esme Cullen no era una Súper Mamá. Trataba con tantas fuerzas al igual que todos en el mundo. La había puesto en un pedestal de tal manera, que le era difícil a mi cerebro aceptar la verdad.

Buscar las palabras no fue fácil. Me tomó unos minutos conseguir una línea constante de pensamientos antes de que pudiera hablar. 

—¿Ha estado perdiendo los estribos? —asintió—. Rompiendo cosas. ¿Todo eso? —Otro asentimiento—. Lo amo, ya lo sabes. Y no como un amor adolescente o algo por el estilo. Sé lo que se siente estar con alguien, porque es fácil. —Dejé que esa frase se asentara por un momento—. Estar con Edward no es fácil. Es difícil. Requiere trabajo. Pero si pienso en mi vida antes de él, y mi vida con él... la lucha y el trabajo, vale completamente la pena. 

Entonces, comenzó a llorar. Como, realmente, pero realmente llorar. Pero no podía consolarla.

—Te prometo que el amor no es fácil para nadie. En ninguna parte. 

—Tienes razón. Pero si tuviera que elegir entre tener lo que la gente tonta se refiere a una vida normal y tener una vida con Edward, elegiría a tu hijo cada vez. 

—Sin una palabra más, me levanté y llevé la pintura a mis pies, desenvolviéndola con cuidado y dejé que el papel cayera—. Hubiera abordado el avión con él, de haber tenido la oportunidad. Pasar mi primer año universitario viajando y estando allí. Lo habría hecho. Si me hubieran dado la oportunidad.

Su silencio sólo era interrumpido por pequeños sollozos.

Pero apenas los escuché.

Porque contemplaba la pintura de Edward. Y él me miraba a mí. Su cuerpo situado en una forma que trasmitía tristeza. Su rostro solemne.

Allí, rodeando cada esquina, los colores sobreponían sus pinceladas que llevaban las palabras Te Amo una y otra y otra vez... creando la tónica general con su corazón roto. Y el mío.

—¿Está en casa? —le pregunté mientras me ponía en marcha, tropezando con mis cordones en mi apuro. 

—Sí.

Me debía tiempo con él antes de que se fuera. Y lo sabía. La observé buscar las llaves en el bolsillo, pero para el momento que las sacó para mí, yo ya estaba en la puerta.

No las necesitaba.

Tenía mi propia manera de entrar.
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