Hola a todo aquel que se tome su tiempo para pasar por este humilde rincón. En este blog, se publicarán mis fics, esos que tanto me han costado de escribir, y que tanto amo. Alguno de estos escritos, contiene escenas para mayores de 18 años, y para que no haya malentendidos ni reclamos, serán señaladas. En este blog, también colaboran otras maravillosas escritoras, que tiene mucho talento: Lap, Arancha, Yas, Mari, Flawer Cullen, Silvia y AnaLau. La mayoría de los nombres de los fics que encontraras en este blog, son propiedad de S.Meyer. Si quieres formar parte de este blog, publicando y compartiendo tu arte, envía lo que quieras a maria_213s@hotmail.com

Translate

jueves, 31 de marzo de 2016

Los placeres de la noche * Capítulo 18

Sinopsis: Kyrian, príncipe y heredero de Tracia por nacimiento, es desheredado cuando se casa con una ex-prostituta contra los deseos de su padre. El bravo general macedonio, traicionado por la mujer a la que tanto ama, venderá su alma a Artemisa para obtener su venganza, convirtiéndose así en un cazador oscuro. Amanda Deveraux es una contable puritana que sólo ansía una vida normal. Nacida en el seno de una familia numerosa y peculiar, tanto sus ocho hermanas mayores como su madre poseen algún tipo de don, una de ellas es una importante sacerdotisa vodoo, otra es vidente, y su propia hermana gemela es una caza-vampiros. Cuando su prometido la abandona después de conocer a su familia, Amanda está más decidida que nunca a separarse de sus estrambóticos parientes. Pero todo se vuelve en su contra y, tras hacer un recado para su gemela, se despierta en un lugar extraño, atada a un ser inmortal de dos mil años y perseguida por un demonio llamado Desiderius. Por desgracia para ellos, Desiderius y sus acólitos no son el único problema que deben enfrentar. Kyrian y Amanda deben vencer ahora la conexión que los une; un vínculo tan poderoso que hará que ambos se cuestionen la conveniencia de seguir juntos. Aún más, él sigue acosado por un pasado lleno de dolor, tortura y traición que le convirtió en un hombre hastiado y desconfiado. Cuanto más descubre de su pasado, más desea Amanda ayudarle y seguir con él y darle todo el amor que merece...



La autora dice: Este libro es completamente propiedad de Sherrilyn Kenyon. Es el 4º libro de la serie Dark Hunter. Yo lo publico sin ningún tipo de interés económico, solo para que podamos disfrutar de esta increible historia.. y para que la temperatura suba!






CAPÍTULO 18

Kyrian observaba, asombrado, el anillo de casado en su mano izquierda. Aún no podía creer que la

buena fortuna hubiese puesto a Amanda en su camino.

Habían pasado siete meses desde que ella lo devolviera a la luz. Siete maravillosos meses de pasar

noche y día sin separarse de Amanda. Ayudándola a aceptar, desarrollar y controlar sus poderes, que

ahora eran incluso mayores que los suyos. Y no es que eso le importara; los poderes que conservaba de

sus días de Cazador Oscuro eran suficientes para mantenerla a salvo. La seguridad de Amanda era lo

más importante para él.

Eso y despertarse cada mañana para ver una sonrisa en su hermoso rostro.

Y ahora estaban casados.

Amanda lo abrazó desde atrás y lo apretó con fuerza.

–¿Qué estás haciendo aquí solo? –le preguntó.

Se dio la vuelta para contemplarla con su vestido de novia. El color blanco resaltaba la perfección de

su piel. Tenías las mejillas sonrojadas por la excitación y la luz de la luna se reflejaba en sus ojos.

–Tomando un poco de aire fresco.

Ella le dedicó esa sonrisa que lo desarmaba y a la vez lo hacía sentirse el ser más poderoso de la tie-
rra.

–¿Quieres que abandonemos la fiesta y salgamos corriendo?

Él soltó una carcajada.

–Sólo ocho personas de esa monstruosa multitud son invitados míos, el resto son tuyos.

–¡Vaya! –exclamó Amanda, arrugando la nariz–. No importa. La cosa podría ponerse fea. Además, mi

tía Xenobia podría lanzarnos una maldición.

Él le pasó el brazo por los hombros mientras Amanda lo guiaba de nuevo hacia el interior del salón

de baile de su mansión. Al ritmo de la orquesta, los ciento cincuenta miembros del clan Devereaux-Flora

bailaban, comían y hablaban. Miguel, Rosa y Liza estaban sentados en una mesa con la hermana de

Amanda, Selena, riéndose de las gracias del bebé de Grace.

Amanda dejó a Kyrian un momento para acercarse a sus padres.

Talon, Nick, Julian y Acheron lo rodearon. Julian lo felicitó.

–Ésta es de las que merecen la pena. –le dijo

Kyrian asintió.

–Sí, lo es.

–Tío –le dijo Talon con tono melancólico–. Voy a echar de menos nuestras chácharas de las tres de

la mañana y Wulf ya se está subiendo por las paredes porque dice que se ha quedado sin su mejor ad-
versario en el Doom20

Kyrian sonrió al recordar las solitarias noches que había pasado chateando con sus hermanos y her-
manas Cazadores.

–Dile al vikingo que no se preocupe. Me escaparé de vez en cuando para desafiarlo a una partida.

Acheron bebió un sorbo de champán.

–¿Y qué vas a hacer con tu corta vida?

Kyrian observó a Amanda, que había cogido a Niklos, el hijo de tres años de Julian, y bailaba con él.

Algún día sería una madre estupenda.

–Voy a vivirla. Y a ser feliz.

Nick, que tenía las manos en los bolsillos de los pantalones, se unió a la conversación.

–Supongo que tendré que empezar a buscar otro Cazador Oscuro... –Y miró de forma intencionada a

Talon.

–¡Una mierda, aperitivo de caimán! No me hagas ojitos. Yo no soy tan paciente como Kyrian y, ade-
más, en mi cabaña apenas hay espacio para mi ordenador y yo.

–No te preocupes –le aseguró Ash–. Ya te encontraré a alguien.

Nick lo miró, horrorizado.

–Ni se te ocurra hacerme un favor. Ya te veo enviándome a Alaska como Escudero de ese psicópata

de Zarek.

Kyrian rió hasta que Amanda se acercó a ellos con expresión ceñuda.

–¿Qué pasa, nena? –le preguntó.

–Es que hay... estoooo... mmm...

Los hombres la miraban, expectantes.

–¿El qué? –la instó Kyrian.

–Una flota de furgonetas de UPS en la entrada de la casa.

Todos se miraron, extrañados, antes de encaminarse en grupo a la puerta principal, donde estaban

alineadas siete furgonetas de UPS.

Uno de los conductores se acercó a Kyrian.

–¡Hola! –lo saludó–. Estoy buscando al señor K. Hunter.

–Ése soy yo –le contestó Kyrian.

–Bien. ¿Me dice dónde podemos dejar la mercancía?

–¿Y qué es la mercancía?

El conductor le entregó un albarán con los nombres de todos los que enviaban los objetos.

–Wulf Tryggvason, Zoe, Blade Fitzwalter, Diana Porter, Cael, Brax, Samia, Arien, Kyros, Rogue, Kell,

Dragon, Simon, Xander St. James, Alexei Nikolov, Badon Fitzgilbert...

La lista seguía y seguía con los nombres de los Cazadores Oscuros.

–¿Sabes lo que te digo, Kyrian? –comentó Acheron entre risas–. Que vas a tener que comprar una

casa más grande.

–Sí –afirmó Talon–, pero espera a que tengas hijos. Te apuesto lo que quieras a que será el doble de

esto.

Todos estallaron en carcajadas.

Amanda se acercó más a Kyrian y lo miró a los ojos mientras él la rodeaba con los brazos.

–Creo que tus amigos Cazadores van a echarte de menos. ¿Estás seguro de que no te arrepientes?

Kyrian le dio un beso ligero en la mejilla.

–Para nada. ¿Y tú?

–Jamás.

Acheron observó cómo los recién casados se perdían en el interior de la casa.

–¿Apostamos dónde van? –preguntó Talon.

Ash se rió.

–Yo no apuesto. Ya lo sé. –Se dio la vuelta para mirar al conductor y le dijo que dejara los regalos en

el salón–. Creo que mi regalo de boda va a ser contratar a una compañía que se encargue de desenvol-
ver paquetes.

Nick se unió a las carcajadas.

–Voy a decirles dónde colocarlo todo para que Kyrian no se cabree.

–Te ayudo –le dijo Talon.

Ash los observó alejarse; Nick abría la marcha delante de los conductores y Talon los seguía a un pa-
so más tranquilo. Mientras tanto, a sus oídos llegaban los sonidos de la oscuridad y de la noche que co-
nocía tan bien. De repente, sintió un ligero estremecimiento a sus espaldas.

Se trataba de una presencia que conocía mucho más íntimamente que la misma noche.

Apuró la copa de champán antes de hablar.

–¿Qué estás haciendo aquí, Artie? No sabía que estabas invitada.

Una mano delicadamente esbelta se posó en su hombro y su calor se filtró a través del esmoquin. La

diosa era de una altura poco común entre los humanos y se movía con la gracilidad y la sensualidad del

viento. Era elegante y delicada.

Y capaz de destruir cualquier cosa si se agitaba demasiado.

–Soy una diosa –le dijo con su acento griego suave y refinado–. No necesito invitación.

Acheron giró la cabeza y vio que Artemisa estaba a su izquierda. Su espeso cabello de color cobrizo

brillaba bajo la luz de la luna y esos ojos verdes, iridiscentes, lo miraban lanzando destellos.

–Espero que hayas venido a desearles buena suerte –le dijo Acheron.

Ella lo miró de soslayo mientras jugueteaba de forma distraída con un mechón de su cabello, recién

teñido de negro. En sus labios se dibujaba una ligera sonrisa.

–Por supuesto. Pero la cuestión aquí es: ¿y tú?

Ash se tensó por la indirecta.

–¿Qué tipo de pregunta es ésa? Ya sabes que les deseo lo mejor.

–Sólo quería comprobar que ese pequeño monstruo de ojos verdes no te metía ideas en la cabeza.

Él la miró con los párpados entornados.

–El único monstruo de ojos verdes que conozco eres tú.

Ella jadeó al escucharlo, sin dejar de sonreír.

–¡Ooooh! –canturreó con un tono definitivamente erótico–. Acheron se está volviendo grosero a la

vejez. –Apoyó la barbilla en su hombro y comenzó a acariciarle el mentón con una uña–. Menos mal que

me gustas porque, de otro modo, ahora estarías estofado.

Él dejó escapar un suspiro.

–Sí, qué suerte tengo... Y, por cierto, se dice «frito».

Artemisa nunca conseguiría adaptarse al vocabulario callejero, pero parecía disfrutar mucho usándo-
lo. O, bien pensado, haciendo un mal uso de él. Acheron sospechaba que, en ocasiones, lo hacía inten-
cionadamente para retarlo a que la corrigiera.

–Mmm –murmuró ella, abrazándolo por la cintura en actitud retozona–. Me encanta cuando te pones

tan agresivo.

Acheron se alejó de ella.

–¿A quién vas a trasladar a Nueva Orleáns para que ocupe el puesto de Kyrian?

Ella se humedeció los labios con un gesto travieso y un brillo juguetón en los ojos, pero antes de que

pudiera contestarle, Julian se acercó a ellos.

–Primita Artemisa –le dijo, a modo de saludo.

–Julian de Macedonia –contestó, ella con frialdad–. No sabía que estabas aquí.

–Lo mismo digo.

–Bueno –los interrumpió Acheron–. Ya veo que las presentaciones no son necesarias.

La diosa lanzó una amenazadora mirada a Julian.

–Sí, bueno. Me gustaría quedarme pero no puedo.

Antes de desvanecerse, se inclinó hacia Acheron y le susurró algo al oído. Él se quedó petrificado al

escucharla. Artemisa se esfumó dejando un rastro vaporoso tras ella.

A veces era la zorra más grande de la tierra.

Julian lo miró, alzando una ceja.

–¿Qué te ha dicho?

–Nada. –Lo último que quería era dejar caer esa bomba sobre Julian y Kyrian. Y menos aún en mitad

de una boda, así que cambió el tema–. Entonces, general, tu mejor amigo está de vuelta. Me apuesto lo

que quieras a que acabaréis metidos en serios problemas.

Julian rió.

–Para nada.

Pero a Acheron le resultaba muy difícil de creer.

Tan difícil como imaginar que Artemisa lo dejara en paz durante un tiempo.


miércoles, 30 de marzo de 2016

El comienzo de una nueva vida * Capítulo 40

Summary: Bella trabaja para Edward un antiguo compañero de clase que fue muy especial y es novia de Jacob. ¿Qué sucederá?
·
·
·
Este fic es completamente propiedad de Mari del blog http://sangreyhielo.com.es 
Los personajes son propiedad de la espectacular Meyer.
Tengo permiso de la autora para publicar su historia en mi humilde rincón que es este blog.
Dicho todo esto, espero que la disfruten!^^
·
·
·




CAPÍTULO 40: La última semana antes de la boda

Como era habitual desde que vivía con Edward y su familia me desperté cuando comenzaron a entrar los primeros rayos de sol del nuevo día por las ventanas del dormitorio. Y con lo primero que me encontré como era habitual y me encantaba fue con los ojos de mi amado. Esos hermosos ojos dorados que tanto me gustaban mirar y que me miraran.

-Buenos días cariño

-Buenos días. Me dormí oyendo mi nana en el vídeo, ¿verdad?

-Si, pero no importa en otro momento veremos el vídeo entero además debes descansar ya falta poco para la boda.- me dijo Edward mientras me abrazaba y me besaba ligeramente en los labios.

-Ya faltan tres días y el domingo seremos marido y mujer ante todos.- le dije moviéndome entre sus brazos por los nervios que me daban cada vez que pensaba en la boda

-¿Estas nerviosa?.- me pregunto mientras se incorporaba en la cama y me ayudaba a incorporarme sin salir de entre sus brazos

-Un…… poco.- le dije  mirándolo a los ojos.- Yo quería algo solo entre la familia para no estar nerviosa ante tantas personas como finalmente van a asistir

-Te entiendo cariño, pero sabes como es Alice y como cuando se propone algo no para hasta que no lo consigue

-Se como es Alice no hace falta que me lo digas, es mas es raro que aun no haya aparecido por aquí.- le dije riéndome

-Buenos……. días……….- nos dijo Alice apareciendo delante nuestra muy sonriente

-¿De que os reís vosotros dos?

-De nada hermanita, son cosas nuestras

-Bueno pues vete arreglando, Jasper y Emmett te esperan para que te vayas con ellos.

-Entonces voy a vestirme antes de que Emmett suba para ver si ya me he arreglado o sigo en la cama

-Creo que es lo mejor cariño- le dije mientras lo veía entrar al baño y Alice se sentaba a mi lado en la cama

Mientras Edward se arreglaba en el baño, Alice y yo estuvimos hablando de que después de que nuestras parejas se marcharan y yo me vistiera y desayunara nos íbamos a poner a arreglar la lencería que habíamos comprado en los armarios y dejaríamos las  maletas que nos íbamos a llevar para la tarde

-Hasta la hora de comer cariño, hasta luego hermanita.- nos dijo Edward al salir del baño, para darme un ligero beso en los labios y marcharse quedándonos en la habitación Alice y yo

Me vestí tranquilamente con un chándal y desayune mientras Esme, Rosalie y Alice hablan. Una vez que desayune recogimos la cocina y nos subimos al dormitorio donde teníamos todo

Comenzamos a arreglar el armario de Esme y Carlisle, después seguimos con el de Rosalie y Emmett y seguidamente nos pasamos al de Alice y Jasper, pero cuando nos íbamos a pasar al de Edward y mío no pudimos ya que era la hora de comer y nuestras parejas habían vuelto y nos estaban esperando en el comedor, así que tendría que dejarse para después de comer

Cuando bajamos nos recibieron con besos y abrazos y con mi comida lista en la cocina

-¿Quieres comer ya cariño?.- me pregunto Edward cuando me senté junto a el en el sofá

-Pues si y así estamos después un rato sentados tranquilamente antes de que volváis a la oficina

-Bien, pues vamos a la cocina a que comas

Comí como siempre bajo la atenta mirada de mi amado, lo que me había preparado y cuando termine recogimos la cocina en un momento y nos volvimos al comedor con la familia hasta que tuvieron que volver a la oficina.
Pero mientras no hacia la hora estuvimos hablando de cómo les había ido la mañana y de cómo le había ido a Carlisle en el hospital

Y una vez  se fueron a trabajar y Carlisle se fue a su despacho nosotras nos pusimos con mi armario y con las maletas

-Alice…..¿no puedo llevarme algún pijama o alguna camisa al viaje que sea normalito y tape un poco mas que  los picardías que estas poniendo en las maletas y si dejan algo a la imaginación?

-No vas a llevar nada tapadito. Además que yo sepa, bueno que nosotras sepamos no va a ser la primera vez que Edward te va a ver ligerita de ropa o desnuda.- me contesto Alice señalando a Esme y a Rosalie y sonriendo

-¿A que viene eso de que quieres ropa que te tape Bella?.- me pregunto Esme con preocupación

-Esme es que no se si a Edward le gustara esto.- les dije con un picardías rojo en las manos.- Tengo………. Miedo que después de este paso que vamos a dar deje de quererme o se arrepienta de estar conmigo y no quiera transformarme para ser como él y como vosotras………- les dije con lágrimas en los ojos

-Bella….. no llores cariño…….. Edward nunca va a dejar de quererte, ni te va a decir que no le gusta verte con alguna de estas prendas, ni se va a arrepentir de estar contigo y transformarte.- me dijo Esme abrazándome tiernamente

-Bella, nuestro hermano esta deseando de que estéis casados y de que seas como nosotros.- me dijo Rosalie por detrás de Esme con una sonrisa

-Gracias por decirme todo lo que me habéis dicho, es que estoy nerviosa por la boda y los nervios me hacen ponerme a pensar.

- De nada Bella. No tienes que preocupare por nada.- me dijo Alice.- Ahora vamos a terminar con las maletas, que ya pronto van a volver nuestras parejas.- y nos pusimos con ellas.

Y justo cuando estábamos cerrándolas, llegaron y se escuchaban un poco revolucionados y no era para menos. Edward me había comprado un ramo de rosas gigantesco  mientras Emmett y Jasper los habían comprados un poco más pequeños y no sabían como tapar los tres ramos juntos para darnos la sorpresa

Pero en cuanto entramos al comedor y Carlisle le dio a Esme una rosa blanca y roja y ella le daba un beso; Alice, Rosalie y yo nos lanzamos a los brazos de nuestras respectivas parejas para besarlos apasionadamente

-Gracias, mi vida.- le dije una vez me separe de él un poco

-De nada, cariño mío. Cenas y subimos a darnos un baño relajante y a que duermas.

-Me parece un plan maravilloso- le dije mirándolo a los ojos y sonriéndole

-Buenas noches familia.- les dijo Edward a todos mientras nos dirigíamos a la cocina

-Buenas noches parejita.- nos dijo Emmett riéndose a carcajada limpia

-Hasta mañana.-nos dijo Carlisle y nosotros también le dijimos hasta mañana

Una vez en la cocina dejamos de oír las voces de la familia ya que cada uno se había ido a su dormitorio con su pareja después de despedirnos y yo cene tranquilamente, con Edward.
Una vez que cene mientras yo recogía la cocina Edward subió a llenar la bañera.

-¿Estas lista cariño?  La bañera nos espera.- me dijo Edward pegando su pecho a mi espalda de pronto

-Si vamos.- le dije girándome y besándolo.

Cuando llegamos a nuestro dormitorio nos desnudamos y nos metimos en la bañera, hasta que comencé a quedarme dormida firmada en el pecho de Edward dentro de esta. Al ver eso me ayudo a salir de la bañera, secarme, vestirme y acostarme acurrucada en su pecho, como hacia siempre, quedándome dormida en cuestión de segundos



jueves, 24 de marzo de 2016

Los placeres de la noche * Capítulo 17

Sinopsis: Kyrian, príncipe y heredero de Tracia por nacimiento, es desheredado cuando se casa con una ex-prostituta contra los deseos de su padre. El bravo general macedonio, traicionado por la mujer a la que tanto ama, venderá su alma a Artemisa para obtener su venganza, convirtiéndose así en un cazador oscuro. Amanda Deveraux es una contable puritana que sólo ansía una vida normal. Nacida en el seno de una familia numerosa y peculiar, tanto sus ocho hermanas mayores como su madre poseen algún tipo de don, una de ellas es una importante sacerdotisa vodoo, otra es vidente, y su propia hermana gemela es una caza-vampiros. Cuando su prometido la abandona después de conocer a su familia, Amanda está más decidida que nunca a separarse de sus estrambóticos parientes. Pero todo se vuelve en su contra y, tras hacer un recado para su gemela, se despierta en un lugar extraño, atada a un ser inmortal de dos mil años y perseguida por un demonio llamado Desiderius. Por desgracia para ellos, Desiderius y sus acólitos no son el único problema que deben enfrentar. Kyrian y Amanda deben vencer ahora la conexión que los une; un vínculo tan poderoso que hará que ambos se cuestionen la conveniencia de seguir juntos. Aún más, él sigue acosado por un pasado lleno de dolor, tortura y traición que le convirtió en un hombre hastiado y desconfiado. Cuanto más descubre de su pasado, más desea Amanda ayudarle y seguir con él y darle todo el amor que merece...



La autora dice: Este libro es completamente propiedad de Sherrilyn Kenyon. Es el 4º libro de la serie Dark Hunter. Yo lo publico sin ningún tipo de interés económico, solo para que podamos disfrutar de esta increible historia.. y para que la temperatura suba!






CAPÍTULO 17

Kyrian se despertó maniatado, con las manos sobre la cabeza. Estaba de pie, sobre un muro oscuro

y húmedo en una casa desconocida. La habitación, que parecía antigua, estaba iluminada por velas cuya

luz proyectaba sombras danzarinas a su alrededor. Se escuchaban murmullos de voces. Por el aspecto

del lugar, suponía que se trataba de una vieja mansión, probablemente no muy lejos de su propia casa,

en el Garden District.

Al observar con más atención la estancia, se dio cuenta de que Amanda y Desiderius estaban muy

cerca de él. El Daimon la abrazaba por los hombros.

La incredulidad de la situación lo dejó abrumado.

Otra vez no. ¡Dioses del Olimpo! Otra vez no.

¿Cómo podía haber sido tan imbécil?

Su mente había intentado decirle que algo iba mal. Había sabido, desde un principio, que Desiderius

sería capaz de atraparla. Pero no había hecho caso de sus instintos. Había dejado que su amor por ella,

y la necesidad que despertaba en él, lo cegaran.

Cerró los ojos con fuerza.

Lo que más dolía era saber lo que el Daimon planeaba hacer con ella una vez acabara con él. Sin su

protección, Amanda estaba a merced del vampiro.

Le ocurriría lo mismo que a Theone. Cuando Valerius lo ejecutó, arrojó a su esposa a la calle dicién-
dole que no quería a una puta en la cama que, algún día, pudiera entregarlo impasiblemente a sus

enemigos.

Puesto que Theone había traicionado al líder del ejército macedonio y había sido la causante de su

derrota, le resultó imposible regresar a casa. La villa que tanto había amado había sido incendiada, sólo

quedaron los cimientos. Todas sus posesiones fueron confiscadas. Perseguida por sus compatriotas, hu-
yó de Grecia a Roma y acabó como prostituta, cayendo cada vez más bajo.

Murió, de una enfermedad venérea, apenas dos años después que él. Al final, se enfrentó al destino

que tanto había intentado evitar.

Al abrir los ojos, Kyrian miró a Amanda. Llevaba unos vaqueros y un jersey negro de cuello vuelto. El

pelo peinado hacia atrás dejaba su perfil bien a la vista. Agarraba con fuerza una muñeca.

¿Cómo había sido capaz de hacerle esto?

Pero, en ese momento, supo la verdad. Los poderes de Desiderius habían sido demasiado para ella.

A pesar de los esfuerzos de D’Alerian, el Daimon había invadido sus sueños y ahora controlaba su men-
te.

La ira le oscureció la visión. No iba a permitir que la matara. Así no. Olvidando la debilidad que lo in-
vadía, agarró las cuerdas y tiró con toda la fuerza de la que fue capaz.

–Vaya, estás despierto.

Desiderius y Amanda se acercaron hasta quedar frente a él. Con una mirada burlona, el Daimon co-
locó una mano sobre el hombro de Amanda.

–Duele, ¿no es cierto? Saber que voy a acostarme con ella antes de matarla, y que no podrás hacer

nada para detenerme.

–Vete al infierno.

Desiderius rió.

–Tú primero, comandante; tú primero. –Pasó un dedo ahusado y de aspecto diabólico por el mentón

de Amanda; no obstante, ella no reaccionó. Daba la sensación de estar sumida en una especie de tran-
ce–. La poseería delante de ti, aunque nunca me ha gustado tener espectadores. Nunca he sido tan re-
torcido. –Se rió de su propia broma.

Kyrian sintió que la cuerda cedía un tanto. Concentrándose en eso, se esforzó por soltarse.

Las ataduras volvieron a tensarse al instante.

Desiderius soltó otra carcajada.

–¿De verdad piensas que soy tan estúpido como para dejarte libre? –Dio un paso adelante y se colo-
có delante de él hasta quedar nariz con nariz–. Esta vez no correré el riesgo de que sobrevivas.

Kyrian lo miró con una sonrisa satisfecha, como si el vampiro no fuese más que un mosquito zum-
bando alrededor de su cabeza.

–¡Ooooh! Mira cómo tiemblo...

Desiderius lo observó con incredulidad.

–¿Es que no hay modo de asustarte?

Kyrian le lanzó una escueta mirada.

–Me he enfrentado a una legión romana con sólo una espada para protegerme. ¿Por qué iba a asus-
tarme un Daimon de tres al cuarto, que no pasa de ser un semidiós con complejo de inferioridad?

Desiderius siseó y le enseñó los colmillos. Agarró una ballesta que había en la mesa y la cargó con

una flecha de acero.

–Aprenderás a no burlarte de mí. Soy un enemigo demasiado poderoso.

–¿Y por qué? ¿Qué te hace tan especial?

–Mi padre es Baco. ¡Soy un dios!

Kyrian resopló. La primera regla de la guerra: haz que el enemigo pierda la paciencia. Las emociones

nublan la razón y hacen que uno cometa estupideces. De ese modo, tendría la oportunidad de liberarse

y salir de allí con Amanda.

Además, le gustaba el modo en que palpitaba esa vena en la sien de Desiderius. Era una forma de

saber que no había perdido su «toque» a la hora de burlarse del enemigo.

–Eres patético; además de un psicópata y un matón. No me extraña que papaíto no quisiera ni verte.

Desiderius chilló de furia y golpeó el rostro de Kyrian con la ballesta. El golpe le provocó un terrible

dolor. Sentía el sabor de la sangre en los labios. Se lamió el corte y chasqueó la lengua.

–No sabes nada de mi vida, Cazador Oscuro. No sabes lo que se siente cuando estás destinado a

morir desde el día que naces.

–A todos nos ocurre eso.

–Sí, claro. A los humanos con sus vidas mortales, que son tres veces más extensas que las nuestras.

¡Cómo los compadezco! –Agarró a Kyrian por la garganta y le empujó la cabeza contra la pared–. ¿Sa-
bes lo que se siente cuándo ves a la mujer que amas desintegrarse delante de tus narices? Eleanor sólo

tenía veintisiete años. ¡Veintisiete! Hice todo lo que estuvo en mis manos para salvarla. Incluso le llevé

un humano, pero se negó a quedarse con el alma que la hubiese salvado. Fue un ser puro hasta el final.

La mirada de Desiderius se ensombreció por los recuerdos.

–Era tan hermosa... tan dulce. Le supliqué a mi padre que me ayudara y él me dio la espalda. Así

que vi cómo mi bella esposa se convertía en una anciana en unas cuantas horas. Vi cómo su cuerpo en-
vejecía hasta que se desintegró entre mis brazos.

–Lo siento por ti –le dijo Kyrian en voz baja–. Pero eso no te exime de lo que has hecho.

Desiderius gritó, enfurecido.

–¿Y qué es lo que he hecho? No he hecho otra cosa que nacer dentro de una raza maldita y ver có-

mo los humanos malgastan el regalo que les ha sido concedido. Les hago un favor al matarlos. Los libe-
ro de sus insípidas y aburridas vidas. –Los ojos azules se oscurecieron peligrosamente.

»No sé si sabes que conseguí una copia de vuestro manual cuando maté a uno de tus compañeros,

hace noventa años. Lo que más me sorprendió fue la recomendación de ir siempre a por el corazón de

un Daimon; golpearlo en el lugar más vulnerable. –Apuntó a Amanda con la ballesta–. Tu corazón es

ella, ¿verdad?

Kyrian enmascaró el terror que sentía. Aunque estaba muy débil, se aferró a las cuerdas y alzó las

piernas para golpear a Desiderius con las pocas fuerzas que le quedaban antes de que pudiera hacer

daño a Amanda. El Daimon se tambaleó y la ballesta dejó de apuntarla.

–¡Corre, Amanda! –le gritó.

Ella no se movió.

Kyrian volvió a apoyarse en la pared.

–Joder, Amanda. Por favor, corre. Hazlo por mí.

Ella no parecía siquiera oírlo. Se limitaba a permanecer de pie, mirando al infinito mientras sostenía

la muñeca y le tarareaba una canción.

Desiderius soltó una carcajada y se enderezó. Lamió la sangre que le corría por el labio y miró soca-
rronamente a Kyrian.

–Es mía, Cazador. Puedes morir sabiendo que haré un buen uso de ella antes de quedarme con su

alma y con sus poderes.

Compuso una diabólica sonrisa segundos antes de disparar la flecha directa a su corazón. La fuerza

del golpe hizo que su cuerpo se aplastara contra el muro. Jadeó al sentir el dolor del acero que le desga-
rraba la carne.

El vampiro se acercó hasta que, de nuevo, estuvo delante de él. Con una mirada alegre, pasó el de-
do sobre la sangre que rodeaba la herida.

–Una pena que la sangre de los Cazadores resulte venenosa. Estoy seguro de que es más sabrosa y

espesa que la que tomo normalmente.

Kyrian apenas oía sus palabras; su corazón se esforzaba por seguir latiendo. Le zumbaban los oídos.

Era el dolor más intenso que había sufrido jamás. Con la mirada borrosa, giró la cabeza para contemplar

a Amanda por última vez.

Parecía muy pálida mientras lo miraba y, por un momento, Kyrian imaginó que lo recordaba. Que sa-
bía que estaba muriendo y que le importaba.

Si hubiese sido ella misma, habría corrido para estar a su lado. Al contrario que su esposa, habría llo-
rado al saber que iba a morir. Y, de un modo extraño, saber eso lo reconfortaba.

Desiderius se apartó de él y se acercó a Amanda para darle unos golpecitos en el hombro.

–Ve, Amanda. Dale un beso de tu despedida a tu amante.

Kyrian luchó por seguir respirando al tiempo que la veía aproximarse. Había tantas cosas que quería

decirle... tantas cosas que deseaba haberle dicho mientras ella podía escucharlo...

Al menos no moriría solo.

–Te quiero, Amanda –le susurró, deseando que, de algún modo, lo recordara más tarde y supiera

que había sido sincero.

Ella se inclinó hacia delante, con una mirada perdida, y lo besó en los labios mientras presionaba una

mano sobre su hombro. En ese momento sintió la proximidad de la muerte, la negrura que se cernía so-
bre él y, mientras moría, escuchó el murmullo de Amanda:

–Te amaré eternamente, mi guerrero oscuro.

Y, en ese instante, todo se desvaneció.

Amanda contuvo el aliento al sentir cómo el medallón se enfriaba encerrado en su mano, bajo el ves-
tido de Starla, y el calor pasaba al cuerpo de Kyrian. Le temblaba la mano esperando a que él desperta-
ra. Con cada segundo que pasaba temblaba cada vez más.

No ocurre nada... ¡Dios, no!

¡Acheron le había mentido, después de todo!

Los ojos le escocían por las lágrimas y el medallón se había enfriado hasta parecer un trozo de hielo,

antes de caer al suelo.

Y Kyrian seguía sin moverse. Seguía apoyado, inerte, sobre la pared, con el rostro ceniciento y el

cuerpo frío.

¡No!

Todo había acabado. Kyrian estaba muerto.

¡No!

La perversa risa de Desiderius resonó en las paredes de la oscura habitación, e hizo que el alma de

Amanda sollozara de angustia.

Ella también quiso morirse en ese mismo instante. Era la culpable de todo lo que había sucedido. Se

había limitado a permanecer allí quieta, viendo cómo Kyrian moría, sin hacer nada para salvarlo. Sentía

cómo el dolor le cerraba la garganta y lo único que quería hacer era gritar.

«Te quiero, Amanda».

Las últimas palabras de Kyrian la perseguirían durante toda la vida.

Sollozando, pasó los brazos alrededor del cuerpo de Kyrian y lo abrazó con fuerza, deseando que

despertara y le hablara.

Por favor, Dios mío, llévame a mí pero deja que él viva.

–¿Amanda? –la voz de Desiderius restalló con dureza, ordenándole que regresara a su lado.

Ella se aferró con más fuerza a Kyrian y apoyó la cabeza sobre su pecho, junto a la flecha, deseando

poder darle su propia vida.

Se quedó helada al escuchar algo. Un sonido muy débil que la hizo volar.

Los latidos del corazón de Kyrian.

Se echó hacia atrás y vio cómo parpadeaba.

Kyrian contempló los ojos azul oscuro de Amanda, brillantes por las lágrimas. Ya no tenían una mira-
da vacía, al contrario, lo miraban fijamente con una expresión decidida. Y con amor.

Su rostro se suavizó mientras le pasaba una mano por el pecho y la flecha salía disparada.

Y, entonces, Kyrian supo que no lo había traicionado. Lo había liberado.

–Has recuperado tu alma, Kyrian de Tracia –murmuró, al tiempo que las cuerdas que le aprisionaban

las muñecas se desataban–. Ahora, vamos a hacer que este cabrón pague por lo que ha hecho.

Desiderius gritó de furia al darse cuenta de lo que sucedía.

Kyrian ya no tenía sus poderes de Cazador Oscuro, pero le daba igual. Por primera vez en dos mil

años, tenía su alma y esa sensación, sumada a la certeza de que Amanda no lo había traicionado, le da-
ba fuerzas.

Desiderius podía darse por muerto.

El vampiro corrió hacia la puerta pero, antes de que llegara, ésta se cerró con un portazo.

–No quiero que te vayas tan pronto de la fiesta –le dijo Amanda–. No después de todas las molestias

que te has tomado para traernos aquí.

–¿Amanda? –la increpó Kyrian, inseguro.

Ella lo miró. Sus ojos lanzaban unos tenues destellos que le recordaban a los de Acheron.

–Desiderius ha liberado mis poderes –le dijo en voz baja–. Pensó en usar la telequinesia y la telepa-
tía para sí mismo. –Miró al Daimon y le sonrió–. Sorpresa. Al liberarlos perdiste el control de mi mente.

Desiderius forcejeó para abrir la puerta.

Kyrian fue a por él, cual pantera hambrienta tras su presa.

–¿Qué te pasa, Desiderius? ¿Te asusta una simple mortal?

El vampiro se dio la vuelta con un gruñido.

–Puedo vencerte. Soy un dios.

–Entonces, hazlo.

Desiderius lanzó una maldición y se abalanzó sobre él. Lo cogió por la cintura y lo lanzó contra la pa-
red antes de abrir la boca para morderle el cuello.

–¡Y una mierda! –masculló Kyrian–. No vayas a creer que he recuperado mi alma para que ahora te

quedes con ella. –Y, acto seguido, le dio una patada en la ingle.

Desiderius se alejó de él, tambaleándose.

–¡Kyrian!

Al girarse, vio que Amanda tenía su espada y se la lanzaba.

Extendió la hoja y fue tras Desiderius. El Daimon esquivó el ataque y alzó la mano para lanzarse una

descarga astral. Kyrian soltó una maldición cuando la descarga lo hirió en el pecho, justo en el mismo

lugar donde la flecha lo había atravesado. Retrocedió a punto de caer al suelo.

Vaya si dolía.

Atontado, se dio cuenta de que no sería capaz de defenderse del ataque de Desiderius. Lo único que

hizo fue encogerse, en espera del golpe.

Pero éste no llegó.

Amanda acababa de herir a Desiderius con una descarga de su propia cosecha.

Kyrian la miró con el ceño fruncido.

–Nena, ¿me dejas que me encargue de esto, por favor?

Ella lo miró, haciendo un mohín.

–Sólo intentaba ayudar. Además, ¿es que no estás ya lo bastante magullado?

Amanda contuvo el aliento mientras los veía luchar. Aun débil, Kyrian era sorprendente. Saltó sobre

Desiderius y volvió a coger la espada. El Daimon cogió una que había sobre la mesa y la blandió contra

él. El sonido del acero reverberaba en la estancia cada vez que las espadas se encontraban.

–Vamos, cariño –susurró, agarrando la muñeca con fuerza.

Kyrian ganaría. Tenía que ganar. Ella no había pasado por semejante infierno como para verlo morir

después.

Mientras los observaba luchar, se dio cuenta que el sol estaba saliendo. La luz comenzaba a filtrarse

a través de las ventanas cerradas. Desiderius también se percató y soltó una maldición. Atacó a Kyrian

con un movimiento ascendente de la espada que lo dejó desarmado.

Amanda se quedó helada.

El Daimon sonrió y comenzó a alejar a Kyrian, muy despacio, del lugar donde había caído su espada.

–Sólo te diré una cosa –le dijo con entonación perversa–, ¿por qué no le das recuerdos a Hades de

mi parte?

–¡Kyrian!

Se dio la vuelta y vio que Amanda le lanzaba la muñeca. La cogió instintivamente y soltó un taco

cuando las hojas ocultas en los pies de la Barbie le hirieron la mano.

En su rostro apareció una sonrisa.

Con una carcajada, se agachó para esquivar el golpe de Desiderius y hundió las hojas de la muñeca

justo en el corazón del Daimon.

–Dáselos tú mismo –le contestó, observando a Desiderius, que lo miraba boquiabierto.

El tiempo se detuvo sin que ninguno de los dos desviara la mirada. Por el rostro del vampiro desfila-
ron multitud de emociones: incredulidad, miedo, ira... y dolor.

Y entonces, en un abrir y cerrar de ojos, Desiderius se desintegró.

Kyrian y Amanda se quedaron petrificados al comprender la enormidad de lo sucedido.

Todo se había acabado. Desiderius estaba muerto. Tabitha y Amanda estaban a salvo.

Kyrian tenía su alma.

Y la mujer que amaba le había salvado la vida.

Con el corazón en la garganta, Kyrian dejó caer la muñeca al suelo y se acercó a Amanda.

–Eres una actriz consumada.

–No. Estaba aterrorizada. –Le pasó la mano por el pecho sin poder evitar que temblara–. Estuve a

punto de gritar cuando disparó la flecha. No puedes imaginarte lo duro que fue. Acheron me dijo que

tenías que morir para poder ser libre y sabía que yo no sería capaz de matarte. Sabía que la única opor-
tunidad que teníamos era dejar que Desiderius lo hiciera por mí.

Kyrian la tomó de la mano y, cuando sus dedos le acariciaron la palma, notó la quemadura. Le giró la

mano y vio que tenía los símbolos del medallón grabados a fuego en la piel.

–Ha debido ser espantoso.

–Estoy bien.

Él se aclaró la garganta al escuchar el tono indiferente con el que lo había dicho. ¿Por qué le restaba

importancia a lo que había hecho por él? Arqueó una ceja, sin poder creérselo. Se había destrozado la

mano por salvarlo.

–Tendrás una cicatriz para toda la vida.

–No –le contestó con una sonrisa–. Creo que es lo más hermoso que he visto en la vida. –Se inclinó

hacia delante y le susurró al oído–: Después de ti, claro.

Él le tomó el rostro con las manos y la besó.

–Gracias, Amanda.

Mientras lo miraba, la alegría se desvaneció de su rostro y, en su lugar, apareció una expresión te-
merosa.

–Julian y Acheron me dijeron que podías convocar a Artemisa y devolverle tu alma si querías.

–¿Y por qué iba a querer hacer eso?

Ella se encogió de hombros.

–Eres un Cazador Oscuro.

Él le dio un ligero beso en los labios.

–Lo que soy es un hombre enamorado de una mujer. Te quiero, Amanda. Para el resto de mi dicho-
samente corta vida como mortal. Quiero despertarme al amanecer contigo en los brazos y ver cómo

nuestros hijos juegan y se pelean. ¡Coño! Hasta quiero ver cómo me replican.

Ella le sonrió.

–¿Estás seguro?

–Nunca he estado tan seguro de algo.

Ella lo cogió de la mano y lo guió hasta salir de la habitación.

Petrificado, se detuvo al contemplar los primeros rayos del sol iluminando la sala de estar. Por cos-
tumbre, retrocedió nada más verlos.

Pero la brillante luz no le hacía daño en los ojos. Ni le quemaba la piel.

Apretando con más fuerza la mano de Amanda, se obligó a seguir caminando hasta atravesar la

puerta.

Y, por primera vez en dos mil años, caminó bajo la luz del día. La sensación del sol sobre la piel era

increíble. La calidez; la brisa del amanecer provocándole un ligero escalofrío. Con el corazón latiéndole

en los oídos, alzó la vista y contempló el cielo, de un azul pálido, surcado por unas nubecillas blancas.

Era un día glorioso.

Y se lo debía a Amanda.

Tiró de ella para estrecharla entre sus brazos y la apretó con fuerza.

–Salve Apolo –susurró.

Amanda sonrió mientras lo abrazaba con ternura.

–No. ¡Salve Afrodita!

miércoles, 23 de marzo de 2016

El comienzo de una nueva vida * Capítulo 39

Summary: Bella trabaja para Edward un antiguo compañero de clase que fue muy especial y es novia de Jacob. ¿Qué sucederá?
·
·
·
Este fic es completamente propiedad de Mari del blog http://sangreyhielo.com.es 
Los personajes son propiedad de la espectacular Meyer.
Tengo permiso de la autora para publicar su historia en mi humilde rincón que es este blog.
Dicho todo esto, espero que la disfruten!^^
·
·
·




CAPÍTULO 39: La última semana antes de mi boda

Esme recogió la cocina una vez yo termine de comer, decía que yo debía descansar un poco de toda la mañana de un lado para otro.
Así que me fui con Edward al comedor donde toda la familia esta entretenida haciéndome una lista de los invitados y sus regalos y los que iban a asistir a la boda y los que no.

-¿Necesitáis que os ayude con lo que estáis haciendo?

-No Bella, descansa un rato en el sofá tenemos todo organizado.- me dijo Alice señalándome el sofá donde se había sentado mi Edward

-Vale.- les dije mientras me acomodaba junto a Edward en el sofá

A los pocos minutos me quede dormida escuchándolos hablar y notando como Edward con la mano que tenia por detrás de mi espalda acariciaba mi brazo.

20 minutos mas tarde

-Ummmmmm……. Creo que me he dormido

-Si cariño, pero necesitabas descansar de toda la mañana, para lo que te espera esta tarde

-Si hermanito creo que tienes razón. Ahora cuando vosotros os vayáis al despacho vamos a desempaquetar todo lo que hemos comprado para ver lo que es de cada una y lo que hemos comprado para que os llevéis a la luna de miel

-¿Alice no me puedes dar un adelanto de algo?

-No hermanito, es una sorpresa que te tiene Bella

-Edward no te va a decir nada, sabes como son y lo que les gustan las sorpresas y darlas

-Tienes razón Jasper.

-¿Nos vamos?

-Si ya vamos Emmett. Hasta luego cariño- dijo Edward dándome un beso y marchándose con Jasper y Emmett.

-Carlisle….. ¿tu tienes que salir?.- entro preguntando Esme después de que salieran Edward,  Jasper y Emmett

-No. Voy a estar en el despacho viendo unas cosas, cariño. ¿Necesitas algo?

-No cariño, era simplemente por saber donde ibas a estar.

-Vale, pues si queréis algo estoy en el despacho

-Bien Carlisle, pero no creo que te necesitemos nada. ¿Subimos señoritas a comenzar a desempaquetar lo que hemos comprado?.- dijo Alice con una gran sonrisa en su rostro

-Si, vamos a ello. Cuanto antes comencemos, antes terminamos.- le dije a Alice mientras salíamos las cuatro: Esme, Rosalie, Alice y yo del comedor dejando a Carlisle recogiendo algunos papeles y nos dirigimos al dormitorio de invitados donde estaba todo lo de la boda bajo llave

Todo lo que habíamos comprado lo habían puesto al lado de la cama.

Primero fuimos sacando todo de las bolsas y de las cajas y lo fuimos poniendo a un lado en la cama ya que cuando lo tuvimos todo desembalado, fuimos haciendo montoncitos con lo que era de cada una y nuestra pareja para después arreglarlo en los armarios o en mi caso y el de mi Edward en las maletas que nos íbamos a llevar al viaje.

Y a decir verdad ahora que veía con mas detenimiento los conjuntos de ropa interior y los picardías que habíamos comprado para mi me daba un poco vergüenza pese a que Edward ya me había visto desnuda mas de una vez imaginarme con ellos ante él, puesto que algunos de ellos dejaban muy poco a la imaginación

Pero Alice y Rosalie me habían convencido en las tiendas primero para probármelas y luego para aceptar que las compraran.
Siempre conseguían convencerme y no se nunca como lo hacen, ya que siempre acabo accediendo a lo que ellas me proponen.

Llevábamos toda la tarde sacando las prendas de las bolsas y de las cajas y separando lo de cada una, cuando Carlisle de pronto toco a la puerta para avisarnos de que nuestras parejas ya habían llegado y Edward me estaba terminando de preparar la cena y me esperaba en la cocina.

Así que dejamos todo y Alice cerro de nuevo la puerta con llave cuando salimos todas para que ningún hombre entrara.
Yo me dirigí hacia la cocina para cenar bajo la atenta mira de mi futuro marido como siempre hacia, mientras Alice y Rosalie se despedían para dirigirse a sus dormitorios donde las esperaban sus parejas  rápidamente.
Esme y Carlisle se dirigieron hacia el suyo tranquilamente cogidos de la mano después de darme las buenas noches.

Baje las escaleras despacio disfrutando del aroma a pan caliente que salía de la cocina

-Buenas noches cariño ¿tienes hambre?

-Un poco.- le dije mientras me sentaba ante el plato de ensalada que había en la mesa acompañando a un rico panini* que me había preparado de atún

-¿Habéis terminado con lo que habéis comprado?

-No, todavía nos queda guardarlo. Seguramente eso lo haremos mañana

-Bueno pues ahora después de cenar a la cama a descansar……

-Es temprano para acostarnos cuando cene

-No he dicho que nos fuéramos a acostar a dormir, solo a descansar. Quiero que veas el montaje que ha hecho Jasper con todos nuestros vídeos, para k lo guardemos en el cofre que nos han regalado los vulturis

-Vale, eso suena a que vamos a estar entretenidos un buen rato

-Si y ya veras como te gusta, se ha quedado muy bonito

-Claro que me gustara.- le dije mientras recogíamos la cocina.

Cuando todo estuvo recogido subimos a nuestro dormitorio tranquilamente, Edward me llevaba cogida de la cintura, hasta que entramos a el y nos pusimos los pijamas para tumbarnos en la cama y ver el vídeo que había hecho Jasper.
Le había quedado muy bien  

Pero llevábamos medio vídeo cuando me comenzó a dar sueño, no podía evitarlo y me quede dormida sintiendo la mano de Edward acariciando mi cintura y escuchándolo tocar y cantar mi nana en el vídeo.

*panini.- trocito de pan que se adereza como una pizza y se cocina también en el horno



martes, 22 de marzo de 2016

¿Nuestro destino? * Capítulo 5

Summary: Bella y Edward han viajado por muchas vidas, han combatido a centenares de enemigos oscuros, para poder estar juntos. Pero cuando su deseado destino casi esta en sus manos, Edward cae en una maldición poderosa. Un simple contacto entre ellos le causaría la muerte a Edward llevándoselo a Shadowland. Bella desesperada por salvar a Edward, consigue ayuda de un surfo: James. Aunque se acaban de conocer, James le resulta muy familiar. Traicionando a Edward, Bella es atraída por James, con su cabellera rubia, sus ojos verdes, sus poderes mágicos y un pasado muy misterioso. Bella sabe que Edward es su alma gemela y nunca lo olvidara. Pero al pasar del tiempo, su conexión con James crecerá más y será más fuerte, poniendo a prueba su amor por Edward como nunca antes...

N/A:  Los personajes son de la magnifica Meyer. Continuació de "Solos tú y yo". Adapatción del libro de Alison Nöel Shadowland





CAPÍTULO 5


Cuando llego a la mesa del almuerzo, me siento al lado de Edward, aliviada al encontrar todo tan normal como cualquier otro día. La mano enguanta de Edward me aprieta la rodilla mientras escaneo, rápidamente, el campus en busca de Emmett, a la vez que él piensa: 

―Se ha ido.‖
 
¿Ido? Me quedo boquiabierta, esperando que él piense ―ido‖ como en que no está en los alrededores, como oposición ha ―ido‖ en un montón de polvo. Pero Edward sólo se ríe, el suave sonido reverberante de su cabeza a la mía.
 
―No aniquilado. Te lo aseguro. Sólo ausente, eso es todo. Se marchó hace unos minutos con un tipo al que nunca había visto antes.‖ 

―¿Hablaron? ¿Trató de provocarte?‖  Edward sacude la cabeza, sus ojos mirando a los míos mientras yo agrego: ―Bien, porque no podemos permitirnos el lujo de ir tras él. ¡No tiene el antídoto, él lo admitió! Lo que significa que todo lo que tenemos que hacer ahora es encontrar una manera de…‖ 

―Bella.‖  Él frunce el ceño. ―¡No es posible que le creas! Esto es lo que hace Emmett. Miente y
manipula a todos a su alrededor. Tienes que permanecer lejos de él… él te está utilizando.
No se puede confiar en él.‖ 

Sacudo mi cabeza. Esta vez es diferente. Puedo sentirlo. Y necesito que Edward también lo sienta. 

―Él no está mintiendo, en serio. Dijo que…‖ 

Ni siquiera termino la idea antes de que Rosalie se incline hacia delante, mirando a ambos lados entre nosotros, mientras dice: 

―Bueno, eso es todo. Sólo que, ¿qué diablos está pasando aquí? En serio, ya basta.‖ Yo  me doy cuenta de cómo su aura amarilla amistosa cambia de forma brusca a la dureza deliberada de su conjunto negro. Sabía que significaba que no tiene mala voluntad, que ella está, definitivamente, preocupada por nosotros. ―En serio, es como… es como su tuvieran algún tipo de forma espeluznante de comunicarse. Como gemelos o algo así. Sólo que el vuestro es en silencio y más inquietante.‖ Me encojo de hombros y abro mi paquete de almuerzo, pasando por los movimientos de desenvolver el sándwich que no tengo planeado comer, decidida a ocultar cuánto me ha alarmado su pregunta. Golpeé mi rodilla contra la de Edward, telepáticamente instándolo a intervenir y manejar el asunto, ya que no tengo ni idea de lo que decir.
―No intentéis hacer parecer que no está sucediendo.‖ Sus ojos se estrecharon por la sorpresa. ‖ He estado viéndolos por un tiempo y ya están empezando a asustarme.‖ 

―¿Qué te está asustando?‖  Alice mira hacia arriba, levantando la vista de su teléfono, pero sólo un momento antes de volver a los mensajes de texto de nuevo. 

―Esos dos.‖  Señala con una uñas cortas y pintadas de negro con un pedazo de glaseado rosa pegado en la punta. ―Te lo juro, se vuelven más extraños cada día‖. 

Alice asiente con la cabeza, dejando su teléfono mientras se toma un momento para mirarnos. 

―Sí, he querido mencionar eso antes. Chicos, ustedes son  raros.‖  Ríe.
 
―Oh, ¿y el conjunto de Michael Jackson, la cosa del guante?‖ sacude la cabeza y frunce los
labios.  ―Así que no está funcionando para ti. Ese aspecto está tan pasado de moda que incluso tú no puedes traerlo de vuelta.‖ Rosalie frunce el ceño, molesta por la broma de Alice, dado que ella trata de ser seria. ―Ríete todo lo que quieras.‖ Dice con la mirada constante y firme. ‖Pero algo pasa con esos dos. Puede que no sepa qué, pero voy a averiguarlo. Voy a llegar al fondo de todo esto. Ya lo verás.‖ 

Estoy a punto de hablar cuando Edward sacude la cabeza y revuelve su bebida roja, inclinado hacia Rosalie mientras dice: 

―No pierdas tu tiempo, no es algo siniestro como piensas‖ Sonríe con su mirada fija en ella.
―Estamos practicando la telepatía, eso es todo. Intentar leer la mente del otro en lugar de hablar todo el tiempo. Así dejamos de meternos en problemas en las clases.‖  Se ríe, haciendo que apriete mi sándwich tan fuerte que un chorro de mayonesa sale por los lados. Boquiabierta porque mi novio acaba de decidir de manera arbitraria romper nuestra regla número uno: ¡No le digas a nadie lo que somos o lo que podemos hacer! 

Calmándome ligeramente cuando Rosalie pone los ojos en blanco y dice: 

―Por favor, no soy una idiota‖.

―No estaba implicando que lo fueras‖ Edward sonríe. ―Es muy real, te lo aseguro. ¿Te gustaría probar?‖ Me congelo, cuerpo sólido, inmóvil, como si asistiéramos a un desastre en el lado de la carretera. Sólo que ese desastre en particular soy yo. ―Cierra los ojos y piensa en un número entre uno y diez‖  Asiente, su mirada serena se reúne con la suya. ―Focaliza ese número con todas tus fuerzas. Míralo en tu mente tan claramente como puedas y, en silencio, repite el sonido una y otra vez. ¿Entendido?‖ Ella se encoge de hombros, y junta las cejas como si estuviera en una concentración profunda. A pesar de todo, lo que se necesita es un vistazo rápido a su aura, transformándose en un verde oscuro engañoso y un breve vistazo a sus pensamientos para ver que sólo está fingiendo. La elección de concentrarse en el color azul en lugar de un número aleatorio como Edward dijo. Miro entre ellos, sabiendo que ella está junto con él, segura de que su oportunidad de cada diez para conseguir el número correcto trabaja demasiado a su favor. Frotándose la barbilla, sacude la cabeza y dice: 

―No parece que esté recibiendo nada. ¿Estás segura de que estás pensando en un número entre el uno y el diez?‖ Ella asiente, profundizando su enfoque en un hermoso color azul vibrante.
 
―Entonces, debemos tener los cables cruzados.‖ Se encoge de hombros. ―Yo no estoy recibiendo ningún número.‖

―¡Inténtalo conmigo!‖ Alice, abandona su teléfono y se inclina hacia Edward. Los ojos apenas cerrados, los pensamientos difícilmente enfocados antes de que Edward jadeé: ―¿Te vas a Florencia?‖ eAlic sacude la cabeza. ―Tres. Para tu información, era el número tres.‖ 
 
Pone los ojos en blanco y sonríe. ―Y, por cierto, todo el mundo sabe que voy a Florencia.
Buen intento.‖ ―Todos menos yo.‖ Dice Edward, la mandíbula apretada, y con la cara pálida de repente.

―Bueno, estoy seguro de que te lo dijo Bella. Ya sabes, telepáticamente.‖ Se ríe, volviendo
a su teléfono otra vez. Me acerco a Edward, preguntándome por qué está tan molesto por el viaje de Alice. Quiero decir, sí, él solía vivir allí, ¡pero eso fue hace cientos de años! Aprieto su mano, pidiéndole que me mire, pero sólo observa a Alice con esa misma mirada afectada en su rostro.
 
―Buen intento con todo lo del ángulo de la telepatía.‖ Dice Rosalie, pasando el dedo por la
parte superior de su pastelito que está cubierto con glaseado de fresa. ―Pero me temo que vas a tener que intentar un poco más que eso. Todo lo que has conseguido demostrar es que son aún más extraños de lo que yo pensaba. Pero no te preocupes, voy a llegar al fondo de esto. Voy a exponer su pequeño y sucio secreto en poco tiempo.‖ Contengo una risa nerviosa, esperando que ella sólo esté bromeando. A continuación, miró en su mente sólo para ver que ella está diciéndolo en serio.
 
―¿Cuándo te vas?‖ pregunta Edward, pero sólo por iniciar una conversación, ya que ha
descubierto la respuesta en la cabeza de Alice. 

―Pronto, pronto, pero no lo suficiente.‖ Dice ella, iluminándosele los ojos.
 
―¡Que comience la cuenta regresiva!‖ Edward asiente con la cabeza, su mirada se ablanda
mientras dice: ―Te va a encantar. Todo el mundo la ama. Firenze es hermoso, un lugar encantador.‖ ―¿Has ido?‖ Preguntan al mismo tiempo Alice y Rosalie. Edward asiente con la cabeza, mirando a lo lejos. ―Viví ahí una vez… hace mucho tiempo.‖ Rosalie miraba entre nosotros, entornando los ojos de nuevo antes de decir: 
―Tanya y Emmett también vivieron allí.‖ Edward se encoge de hombros con expresión ambigua, como si la conexión no significara nada para él.
 
―Bueno, ¿no te parece que es un poco extraño? Todos ustedes vivieron en Italia, en el
mismo lugar, y todos acabaron aquí, a pocos meses los unos de los otros, ¿no?‖  Ella se inclina hacia él, abandonando su pastelito en busca de algunas respuestas.

Pero Edward, está sólido, negándose a ceder ni a hacer nada que pueda a dar de hablar. Él sólo toma un sorbo de su bebida roja y levanta los hombros de nuevo, como si no valiese la pena entrar en eso.
 
―¿Hay algo que deba ver mientras esté allí?‖ pregunta Alice, más para romper la tensión. ―¿Cualquier cosa que no debería perderme?‖ Edward mira de reojo, fingiendo pensar, aunque la respuesta llega rápidamente.
 
―Todo lo de Florencia vale la pena verlo. Pero, sin duda, tienes que ver el Ponte Vecchio,
que es el primer puente en cruzar el río Arno y el único que quedó en pie después de la guerra. Ah, y deberías visitar la Galería de la Academia, que alberga el David de Miguel Ángel, entre otras obras importantes, y, tal vez, el…‖ ―Definitivamente, golpearé al David.‖ Dice Alice. Así como el puente, y el famoso Duomo II, y todos los temas que vienen al principio de la guía, los diez primeros, aunque estoy más interesada en los más pequeños, lugares especiales, fuera de la ruta tan trillada típica, ya sabes, sitios de moda donde van todos los florentinos. Emmett deliraba acerca de este único lugar, no recuerdo el nombre, pero se supone que en la casa hay algunos objetos oscuros, artefactos, pinturas del Renacimiento y cosas que muy pocos conocen. ¿Tienes algo así? O incluso clubes, tiendas ¿ese tipo de cosas? Edward lo mira, su mirada es tan intensa que me envía un escalofrío por la espalda.
 
―Nada de improviso.‖ Dice, tratando de suavizar el aspecto, aunque su voz revela una ventaja definitiva.‖ Aunque cualquier lugar que reclame ser una gran casa de arte, pero
que no esté en la guía es probablemente una falsificación. El mercado de antigüedades se ha llenado de falsificaciones. No debes perder el tiempo cuando hay tantas otras cosas más interesantes por ver.‖ Alice, se encoge de hombros, aburrido de la conversación y vuelve a los mensajes de texto de nuevo.
 
―Lo que sea.‖ Murmura, los pulgares tocando rápidamente el teclado. ―No te preocupes,
Emmett dijo que me haría una lista.‖


 

jueves, 17 de marzo de 2016

Los placeres de la noche * Capítulo 16

Sinopsis: Kyrian, príncipe y heredero de Tracia por nacimiento, es desheredado cuando se casa con una ex-prostituta contra los deseos de su padre. El bravo general macedonio, traicionado por la mujer a la que tanto ama, venderá su alma a Artemisa para obtener su venganza, convirtiéndose así en un cazador oscuro. Amanda Deveraux es una contable puritana que sólo ansía una vida normal. Nacida en el seno de una familia numerosa y peculiar, tanto sus ocho hermanas mayores como su madre poseen algún tipo de don, una de ellas es una importante sacerdotisa vodoo, otra es vidente, y su propia hermana gemela es una caza-vampiros. Cuando su prometido la abandona después de conocer a su familia, Amanda está más decidida que nunca a separarse de sus estrambóticos parientes. Pero todo se vuelve en su contra y, tras hacer un recado para su gemela, se despierta en un lugar extraño, atada a un ser inmortal de dos mil años y perseguida por un demonio llamado Desiderius. Por desgracia para ellos, Desiderius y sus acólitos no son el único problema que deben enfrentar. Kyrian y Amanda deben vencer ahora la conexión que los une; un vínculo tan poderoso que hará que ambos se cuestionen la conveniencia de seguir juntos. Aún más, él sigue acosado por un pasado lleno de dolor, tortura y traición que le convirtió en un hombre hastiado y desconfiado. Cuanto más descubre de su pasado, más desea Amanda ayudarle y seguir con él y darle todo el amor que merece...



La autora dice: Este libro es completamente propiedad de Sherrilyn Kenyon. Es el 4º libro de la serie Dark Hunter. Yo lo publico sin ningún tipo de interés económico, solo para que podamos disfrutar de esta increible historia.. y para que la temperatura suba!






CAPÍTULO 16

–¡¿Tú?! –gritó Amanda, al tiempo que corría hacia la puerta.

Cliff la atrapó.

–No tan rápido.

–¿Cómo has podido? –le preguntó a su ex, antes de girarse para lanzar una furiosa mirada a Deside-
rius–. No entiendo porqué estás aquí. ¿Cómo...?

El Daimon sonrió.

–Por favor, no conviertas la situación en un manido cliché. Ya es bastante odioso haber tenido que

recurrir a un plan tan burdo para capturar a Kyrian. ¿Qué esperas, que ahora abandone el plan para que

puedas escapar y matarme? –Meneó la cabeza–. Yo también veo películas malas, ¿sabes?

En ese mismo instante, sintió a Desiderius en sus pensamientos. Lo sintió hurgar y rebuscar entre

sus recuerdos. La cabeza empezó a dolerle y todo comenzó a dar vueltas a su alrededor, mientras por

su mente pasaban las imágenes más horribles. Imágenes de Desiderius abrazándola, acariciándola. Y de

su aliento sobre el cuello...

Y, por si eso fuera poco, la cosa empeoró más. Amanda sintió que las barreras que protegían su

mente caían bajo la presión de su brutal asalto.

–Es tal y como me prometiste, Cliff. –Su voz sonaba lejana, como un débil susurro arrastrado por el

viento–. Sus poderes son puros, inmaculados.

–Lo sé. Eso fue lo que me atrajo de ella la primera vez que la vi. –Cliff sonrió–. Y con la información

que reunimos sobre la forma de luchar de Kyrian aquella noche en el callejón, no deberíamos tener nin-
gún problema para vencerlo.

Desiderius se detuvo para contemplar a ese ser inferior. Consideraba a los humanos como las bestias

más bajas de la creación. Eran, después de todo, alimento para los dioses. Sólo había una cosa inferior a

un humano: los mestizos como Cliff. Medio apolita y medio humano, él se había aprovechado de seme-
jante cobarde llorón para sus propios fines.

Con todo, debía estar agradecido al padre apolita de Cliff por haber muerto antes de poder explicarle

la verdad sobre la mitad de su herencia genética.

Y con respecto a la madre de Cliff... bueno, había resultado ser un delicioso bocado.

Siempre había sabido que tener un mestizo como mascota resultaría útil algún día. Todos esos años

obligado a criar a esa asquerosa criatura no le parecían tan repulsivos en esos momentos.

Y cuando Cliff descubrió a esa pequeña hechicera en su oficina, él se había limitado a esperar que su

mascota destapara y desarrollara las habilidades psíquicas de la chica antes de que él tomara su alma

junto con esos poderes.

Pero ella se había resistido.

¿Quién iba a imaginarse el resultado de todo esto? Tras el ataque de pánico de Cliff el día que cono-
ció a la hermana de Amanda, y que lo llevó a romper con ella, supo que tenía que actuar con rapidez

para reclamar a la bruja antes de que escapara de sus garras. Tan pronto como Cliff le contó lo unidas

que estaban las gemelas y las frecuentes visitas que había hecho como novio de Amanda a casa de Ta-
bitha, su plan empezó a tomar forma.

Cuando encadenó a Amanda y al Cazador Oscuro, esperando que él la confundiera con su gemela,

pensaba que ella recurriría a sus poderes, presa del pánico, y los usaría para acabar con él y, de ese

modo, proteger a su hermana. Jamás se le había pasado por la imaginación que ella usara sus poderes

para proteger al Cazador.

Pero tampoco es que eso importara mucho. Ahora que había destapado por completo esos poderes,

la chica estaba lista para el empujoncito.

–¿Lo harás ahora? –le preguntó Cliff–. ¿Me convertirás en inmortal?

–Por supuesto.

Amanda apenas se dio cuenta que el Daimon se acercaba a Cliff y lo abrazaba. Vio el destello de sus

colmillos décimas de segundo antes de que Desiderius los hundiera en el cuello de su ex.

La cabeza comenzó a darle aún más vueltas y sintió que se alzaba sobre el suelo. Demasiado tarde,

comprendió que sus pensamientos ya no le pertenecían.

Kyrian se detuvo en el centro del Barrio Francés y miró a su alrededor; el largo abrigo de cuero ne-
gro se arremolinaba alrededor de sus piernas. Bourbon Street estaba plagado de turistas, totalmente

ajenos al peligro. Algunos se detenían al verlo vestido de negro y con las gafas de sol que le protegían

los ojos de las potentes luces.

A sus oídos llegaba la cacofonía provocada por la mezcla de jazz, rock y las risas que arrastraba el

frío viento invernal.

Apartando la mente de esas distracciones, echó mano de sus poderes y de la tecnología para hallar a

Desiderius, pero no había rastro de él.

–¡Joder! –masculló.

Se frotó el hombro, aún dolorido por el ataque de Tabitha. Mientras intentaba disminuir el dolor, la

imagen de Tabitha fue reemplazada por la de su hermana. Vio a Amanda con una sonrisa en los labios y

tendida sobre él la noche anterior mientras le hacía el amor de la forma más tierna. Nunca había sentido

por nadie lo que sentía por ella.

«Porque te amo.»

Esas tres palabras flotaban en su corazón. Sabía que eran ciertas porque los sentimientos de Aman-
da se translucían en su voz. Había sido sincera con él como nadie lo había sido jamás.

Lo amaba.

Y él a ella.

La amaba tanto que quería morirse si no podía tenerla. Las Parcas eran unas putas retorcidas. Hacía

siglos que lo sabía, no obstante, en mitad de la noche helada, ese hecho le quemaba las entrañas.

Ven por mí, Amanda, te necesito.

El rumbo de sus pensamientos hizo que pusiera una mueca de dolor.

–No pienses en eso –se dijo a sí mismo en un murmullo, sabiendo que era inútil.

Ojalá pudiera pedir un deseo...

Se obligó a pensar en otra cosa. Tenía una misión que cumplir. Debía detener a Desiderius. En ese

momento, su móvil comenzó a sonar. Lo cogió de la funda que llevaba asegurada al cinturón y contestó.

Era Talon.

–Ash quiere que te diga que se está cociendo algo raro. Los Daimons están atacando en grupos

grandes esta noche. Yo he pulverizado ya a diez y él va tras cuatro ahora mismo. Quiere que estés aler-

–Dile al abuelito que no se preocupe. Todo está tranquilo en el Barrio Francés.

–Vale, pero no te muevas de ahí.

–No te preocupes. Sé arreglármelas solo.

–Por cierto –le dijo Talon–, Eric está con Tabitha. Dice que ha salido en busca de Desiderius.

–Me estás tomando el pelo.

–Ojalá. Ash iba tras ella en el Garden District, pero tuvo que dejar de seguirla al ver a un grupo de

Daimons que perseguían a unos turistas.

Mientras colgaba, el localizador comenzó a sonar. Era la señal que avisaba de la presencia de Dai-
mons en los alrededores. Sacó el dispositivo del bolsillo y siguió el rastro de la actividad neuronal de los

vampiros hasta un callejón situado en la calle paralela a la que él estaba.

Al llegar a la zona, totalmente oscura, encontró seis Daimons atacando a cuatro humanos.

–¡Eh! –los llamó, distrayendo su atención de las víctimas. Hizo a un lado el abrigo y sacó la espada

retráctil. Presionó el botón de la empuñadura y la hoja se extendió, alcanzado el metro y medio de longi-
tud–. Decidme –siguió hablando mientras blandía la espada a su alrededor–, ¿alguna vez habéis visto a

un general de la Antigua Grecia cabreado?

Los Daimons se miraron, cautelosos, entre sí.

Kyrian se agachó, sujetando la espada con ambas manos, sin dejar de observarlos.

–No es una imagen muy agradable, la verdad.

–¡Cogedlo! –gritó el líder.

Y, al unísono, todos se lanzaron a por él.

Desvió al primero con una estocada que acabó convirtiéndolo en una nube de polvo. Al instante, se

giró con la habilidad de un felino y lanzó un golpe directo al estómago del segundo. El vampiro jadeó y

se desintegró.

Antes de que pudiera recuperarse, uno de los vampiros lo cogió por el brazo herido y le quitó la es-
pada. Kyrian se giró y lo golpeó con la punta de la bota. También desapareció.

Otro lo agarró por la cintura y lo lanzó contra la pared mientras dos más se acercaban. Dio una pa-
tada en la cintura al primero de ellos, al mismo tiempo que los dos que se acercaban se convertían en

polvo... y vio a Tabitha que se sostenía en pie a duras penas.

–Chuparos ésa, asquerosos vampiros –exclamó mientras le lanzaba un shuriken a Kyrian.

Perplejo ante el hecho de que Tabitha estuviera ayudándolo en lugar de atacarlo, cogió la estrella y

la utilizó para acabar con el último vampiro.

Cuando llegó junto a ella, la encontró arrodillada en el suelo. Tenía una herida en el cuello que san-
graba profusamente y apenas se veía color en su rostro. Kyrian se desgarró la camisa para hacer una

compresa y llamó a una ambulancia.

–¿Eric? –preguntó ella con voz tensa, intentando distinguir entre la oscuridad a las otras víctimas que

yacían en el suelo–. ¿Está muerto?

–Estoy aquí, nena.

Eric llegó a trompicones junto a ellos y se dejó caer junto a Tabitha, al tiempo que la abrazaba.

–No va a morir –le aseguró Kyrian.

El muchacho asintió con la cabeza.

–Intenté convencerla de que no saliera esta noche; le dije que las cosas iban a ponerse feas, pero no

me escuchó.

–Es cosa de familia.

Tabitha rozó el brazo de Kyrian mientras él le daba la dirección al 911. Cuando acabó de hablar, la

vio mirándolo fijamente. Tenía el ceño arrugado y sus ojos lo observaban incrédulos.

–¿Por qué me has salvado?

–Eso es lo que hace Kyrian, Tabby –susurró Eric.

Mientras Eric se ocupaba de su novia, Kyrian se acercó a los otros dos amigos que aún yacían en el

suelo.

Eran los mismos que lo habían atacado en casa de Esmeralda. Por desgracia, no habían corrido la

misma suerte que Tabitha y Eric.

–Eric –lo increpó, volviendo junto a ellos–, ¿qué ha sucedido?

El muchacho se encogió de hombros.

–Los teníamos atrapados y, en un abrir de ojos, se abalanzaron sobre nosotros.

–¿Dijeron algo?

Erik se puso muy pálido y abrazó a Tabitha con más fuerza.

–«Voy a tragarme tu alma».

Kyrian lo miró fijamente un instante y apretó los dientes ante el retorcido sentido del humor de los

vampiros.

–Los Daimons ven demasiadas películas de serie B.

Tabitha alargó un brazo y tocó la mano de Kyrian.

–Gracias.

Él asintió.

–No he hecho más que devolverte el favor.

–Kyrian, tío –jadeó Eric–. Tenías razón. Nunca he visto a ningún Daimon moverse como se movían

éstos. Debería haber escuchado tu advertencia.

Frunciendo el ceño, Tabitha los miró alternativamente.

–¿Os conocéis?

–Mi padre trabajaba para Talon, el amigo de Kyrian. –Eric miró a Kyrian a los ojos–. He conocido a

Kyrian durante toda mi vida, Tabby. Créeme, es uno de los buenos.

Antes de que ella pudiera contestar, llegó la ambulancia.

Kyrian esperó hasta que los dos estuvieron dentro, al cuidado de los sanitarios, y llamó a Amanda

para contarle lo sucedido.

No cogió el teléfono.

Llamó a su madre, a su hermana y marcó el teléfono de su propia casa. Nadie contestaba.

Con un nudo en el estómago provocado por el miedo, corrió hacia el coche. Quizás Amanda estaba

todavía en su casa, esperándolo.

O quizás Desiderius la ha atrapado...

Se la imaginó siendo atacada como Tabitha. La vio muerta en un charco de sangre como los amigos

de su hermana. El dolor y el pánico le retorcían las entrañas. Amanda tenía que estar bien. No podría

seguir viviendo si algo le sucedía.

Condujo como un poseso hacia su casa, tan rápido como el Lamborghini se lo permitió.

Temblando de angustia, atravesó el garaje a la carrera y entró en la casa, atento a cualquier sonido.

Por favor, Zeus, cualquier cosa menos que le hayan hecho daño.

La escuchó en la planta alta, tarareando la canción de Grieg en su habitación. El alivio y la gratitud

que sintió fueron tan intensos que estuvo a punto de tropezarse. Tenía que verla para saber que estaba

bien. Inspiró hondo, aliviado, y subió las escaleras de dos en dos.

Al abrir la puerta de la habitación se quedó helado.

Amanda había encendido todas las velas de los candelabros y llevaba el camisón blanco más corto y

transparente que había visto en su vida. Sus largas piernas estaban cubiertas por unas medias, sujetas

por un liguero de encaje blanco. Estaba de espaldas a él, inclinada sobre la cama, perfumando las sába-
nas con el aceite de aroma a rosas que solía usar después del baño. El contorno de su cuerpo alcanzaba

la perfección bajo la luz de las velas.

Kyrian estalló en llamas mientras la observaba. Abrumado por sus emociones, se acercó a la cama y

la abrazó por la espalda. La sujetó con fuerza y apoyó la cabeza sobre la de ella, temblando de alivio.

Amanda estaba sana y salva.

Ella gimió de placer y Kyrian sintió que ese sonido le sacudía todo el cuerpo, intensificando el deseo.

–Tócame, Kyrian –jadeó ella, apartándole las manos de la cintura para llevárselas a los pechos–. Esta

noche necesito sentirte.

Él también lo necesitaba. Después del miedo de pensar que la había perdido, necesitaba sentirla con

tanta desesperación que la cabeza le daba vueltas si se paraba a pensarlo.

Bajó la cabeza para saborear la piel de ese cuello perfumado al tiempo que gruñía de satisfacción al

sentir en las manos esos pezones erguidos, cubiertos por el camisón de gasa.

Ella se giró entre sus brazos, alzó las manos y le quitó las gafas de sol antes de reclamar sus labios.

–Amanda –balbució él, mientras el aroma a rosas invadía sus sentidos, hechizándolo–. ¿Qué me has

hecho?

Ella le contestó lamiéndole el mentón, descendiendo hasta la barbilla y de allí hasta el cuello. Miles

de escalofríos le recorrieron el cuerpo mientras Amanda le quitaba el abrigo, dejando que se deslizara

por sus hombros y que cayera libremente al suelo. Tiró de la camisa para sacarla de debajo de la cinturi-
lla del pantalón y metió la mano por debajo de ella, dejando un rastro de fuego en el torso de Kyrian.

Su instinto le decía que se alejara de ella, pero no podía hacerlo. Ni ahora, ni nunca.

Amaba a esa mujer. No había otro modo de explicarlo. Era la otra mitad de su alma; no podía seguir

negándolo. Y, aunque sólo tuviera ese pequeño instante, disfrutaría del amor que sentía por ella. Disfru-
taría del deseo que despertaba en él.

Con los ojos enfebrecidos por la pasión, Amanda le desabrochó los pantalones y deslizó las manos

por su endurecido miembro.

–Me encanta acariciarte –murmuró ella, comenzando a mover las manos–. Dime, Kyrian, ¿puedes

leerme la mente?

Él cerró los ojos, extasiado ante sus caricias. Cuando sintió que Amanda cubría los testículos con una

mano se estremeció de la cabeza a los pies.

–No –jadeó–. Prescindí de ese poder cuando me pediste que no volviera a hacerlo.

La alzó y la sentó en el borde de la cama mientras él se quedaba de pie entre sus rodillas. Ella le

sonrió de un modo que lo dejó flotando y comenzó a desabrocharse la parte delantera del camisón,

ofreciéndole sus pechos desnudos.

Ardiendo de deseo, Kyrian le separó las piernas para poder mirarla. ¡Por los dioses! Cómo le gustaba

contemplarla. Se puso de rodillas y la tomó con la boca.

Ella dejó escapar un grito ahogado al sentir la boca de Kyrian sobre su sexo. Él cerró los ojos, la aca-
rició con la lengua y notó cómo le temblaban los muslos, a ambos lados de su cabeza, mientras la lleva-
ba al orgasmo. Lo agarró del pelo y comenzó a mover las caderas, frotándose contra él.

–¡Oh, sí! –gimió.

Kyrian esperó hasta que pasó el último estremecimiento y, sólo entonces, se levantó.

Amanda lo miraba con los ojos cargados de deseo. Se incorporó hasta quedar de rodillas en la cama

y acabó de desvestirlo. Una vez estuvo desnudo, bajó del colchón y se colocó delante de él, dándole la

espalda.

Sin necesidad de explicaciones, Kyrian supo lo que quería. De su garganta escapó un gruñido al

tiempo que se introducía en ella desde atrás con un poderoso envite.

Ella gimió de placer, se alzó hasta quedar de puntillas y volvió a descender para recibir su verga has-
ta el fondo.

Kyrian temblaba de arriba abajo.

La besó en el hombro y deslizó la mano por la tersa piel de su vientre antes de buscar los rizos de su

entrepierna para acariciarle el clítoris. Comenzó a mover la mano muy despacio y dejó las caderas inmó-

viles. Quería que fuese ella la que tomara el control de la situación.

Y ella se encargó de moverse hasta que volvió a correrse de nuevo, gritando su nombre.

Kyrian salió de ella al sentir que sus poderes se desvanecían ante la proximidad de su orgasmo. El

dolor del deseo insatisfecho era tan grande que tuvo que concentrarse en seguir respirando para no do-
blarse en dos.

Pero, por una vez, Amanda no parecía estar dispuesta a compadecerse de él; al contrario, se dio la

vuelta y lo besó con avidez.

–Amanda –jadeó él, intentando alejarse.

–Shhh, Kyrian –murmuró sobre sus labios–. Confía en mí.

En contra de todos sus instintos, lo hizo. Dejó que lo tumbara en la cama, que se subiera sobre él y

volvió a estremecerse cuando guió su verga de nuevo al interior de su cuerpo. Era tan maravilloso estar

dentro de ella... sentir el placer de Amanda mientras lo montaba.

Cuando sintió que su orgasmo era imparable, se dejó guiar por ella y dio la vuelta en el colchón has-
ta que la tuvo debajo, con sus piernas alrededor de la cintura. Sintiéndose un poco mejor en esa posi-
ción, comenzó a penetrarla con embestidas fuertes y rápidas.

Y, esta vez, cuando estaba a punto de retirarse, ella lo envolvió con todo su cuerpo y lo abrazó con

fuerza. Kyrian frunció el ceño al sentir que Amanda movía las caderas, introduciéndose su miembro has-
ta el fondo y gimiendo mientras su vagina se cerraba a su alrededor.

–Amanda, para –jadeó sin aliento. Si seguía haciendo eso, estaría perdido.

Intentó retirarse otra vez y, de nuevo, ella se lo impidió, frotándose contra él. Kyrian apretó los dien-
tes intentando detener el orgasmo. Y lo consiguió hasta que sintió que ella se corría de nuevo. Los gritos

de Amanda, combinados con los espasmos de su cuerpo, fueron más de lo que podía soportar.

Y, en contra de su voluntad, alcanzó el clímax. Echó la cabeza hacia atrás y gritó por la intensidad

del placer. No había nada mejor que estar entre los brazos de Amanda. En su cuerpo.

Por primera vez en dos mil años, se sintió en casa.

Mientras esos sentimientos lo embargaban, notó que sus poderes de Cazador Oscuro se desvane-
cían.

¡No!

Amanda le dio un beso ligero en los labios y se giró, con él en los brazos, hasta que lo dejó apoyado

sobre el colchón, con ella encima. Estaba demasiado débil para protestar. Lo único que podía hacer era

mirarla.

Ella salió de la cama y se puso una bata.

–¿Amanda? –la llamó.

Regresó al momento con una copa de vino.

–No pasa nada. Estoy aquí, amor mío –le dijo.

Le acercó la copa a los labios y él bebió, totalmente confiado. Tras unos minutos, la habitación co-
menzó a girar a su alrededor.

–¿Qué estás haciendo? –preguntó Kyrian, consumido por el terror.

Pero lo sabía. Como Theone hiciera, tantos siglos atrás, Amanda lo había drogado.

Lo último que alcanzó a ver fue cómo ella abría la puerta de la habitación para dejar pasar a Deside-
rius.

Gracias al blog smilersheart.blogspot.com
por esta firma :)
IBSN: Internet Blog Serial Number 2108-03-30-15 Protected by Copyscape Online Plagiarism FinderProtected by CopyrightSpot